Furia de Titanes 3D
Recuerdo "Furia de Titanes" (Desmond Davis, 1981) como una de las primeras películas que vi siendo criaja. También recuerdo que fue una de las primeras veces que sentí ese sentido de la maravilla que ciertas películas imprimen en nosotros; y, en estos veintimuchos años, he vuelto a verla decenas de veces, sintiéndome cada vez igual que cuando tenía cinco o seis años. Vale, Harry Hamlin era un actor horroroso, y, para haber sido estrenada cinco años después de "La Guerra de las Galaxias", sus efectos especiales (obra del grandísimo Ray Harryhausen) dejaban bastante que desear. Pero "Furia de Titanes", versión 1981, tenía un alma aventurera, no por sencilla menos efectiva, que la convertía en una película enormemente entretenida y agradable de ver.
"Furia de Titanes", versión 2010, carece de esa alma. Es un cascarón vacío, que ni emociona, ni te hace sentir nada excepto una leve sensación de vergüenza ajena. Porque, que veteranos de la talla de Liam Neeson o Ralph Fiennes, o jóvenes tan solventes como Sam Worthington, estén tan rematadamente mal, es como para provocar vergüenza. Worthington se pasea por todo el metraje con pinta de no saber muy bien qué pinta ahí, Fiennes se limita a recurrir a los peores manierismos de su larga lista de villanos cinematográficos, y Neeson está más aburrido, soso y delirante de lo que lo había visto nunca. Mención aparte merece Gemma Arterton, posiblemente una de las actrices más irritantes que pueblan el Hollywood actual (en detrimento de Alexa Davalos, que está mucho mejor y más desaprovechada), y el inmenso desaprovechamiento de actores como Polly Walker (la venenosa Atia de "Roma", que ciertamente hubiese sido una estupenda Casiopea) o Danny Huston (visto y no visto como Poseidón). Dicen que, entre la retahíla de dioses a los que apenas vemos la cara, también estaban Jane March (c0mo Hestia) y la modelo Agyness Deyn (como Afrodita); yo no las he visto, pero bueno.
Quizá la culpa no es de ellos. Quizá la culpa es de un guión pésimo, sin gracia, ritmo ni trama fija (ya no hablaremos de por dónde se pasa el mito griego original, que sí seguía con bastante fidelidad la cinta de Davis). La historia, que sin ser ningún prodigio conseguía engancharte en el original, haciéndote pasar un buen rato, se queda aquí en un montón de imágenes, muchas de ellas inconexas, y otras que devienen en situaciones ciertamente risibles (¡esos escorpiones "reconvertidos"!). El trío de guionistas quita y añade detalles sin ton ni son (yo creo que se jugaron a los chinos qué ponían y qué no), y de los escasísimos homenajes a la cinta original, sólo uno arranca una sonrisa cómplice al espectador (Buba, cómo se te ha echado de menos).
Salvan la papeleta un diseño de producción apabullante, una banda sonora bastante decente a cargo de Ramin Djawadi (el compositor de "Iron Man") y un par de interpretaciones solventes y dignas, entre ellas las de Mads Mikkelsen (alias el hombre que le dio en el escroto a James Bond) y Hans Matheson (alias el hombre que siempre muere en sus películas). Los efectos especiales, que parecían apabullantes en el trailer, no están del todo mal, sobre todo en el caso de las Brujas Estigias, el Kraken y Pegaso (por cierto, ¿un Pegaso negro? Zeus nos asista). Pero… ay, llega Medusa y la cagan de medio a medio. La Gorgona era lo mejor de la cinta original, una criatura horrible, que no es que diera mal rollo, no, es que acojonaba que daba gusto. Reconozco que me podía la curiosidad por ver cómo era la nueva Medusa, y lo cierto es que el diseño del personaje no estaba nada mal. Pero los costurones del CGI se le ven por todas partes, algo incomprensible si tenemos en cuenta lo que campa por el resto de la película. Supongo que, si contratas a alguien de la belleza de Natalia Vodianova para el personaje (sí, sí, es ella), quieres que se vea su rostro en pantalla. Pero creo que había mejores formas de hacerlo, y, sobre todo, de que no se viera la cara de Vodianova encajada con calzador en el resto del personaje. Muy triste.
Película desangelada, excesivamente trascendental, decididamente hortera (ese Olimpo que es como una bola de discoteca), no sólo no es capaz de llegar a donde el original si llegó, sino que ni siquiera funciona correctamente como blockbuster de aventuras. Lo único que me alegra es no haber pagado de más por verla en 3D (os recomiendo que la veáis en 2D, os saldrá más barato y dudo mucho que la tridimensionalidad aporte alguna mejoría al conjunto); por lo demás, cuando quiera pasar un buen rato desempolvaré el DVD de la original. Al fin y al cabo, Zeus no podría ser otro sino Laurence Olivier, qué duda cabe.