A ciegas
Un cuento apocalíptico llevado a imágenes por un guerrillero del cine, así nos parece la adaptación de Ensayo sobre la ceguera, de José Saramago. La forma de retratar a los personajes por medio de barridos a grandes trazos, el enfoque escogido y el tratamiento de la fotografía, hacen de Fernando Meirelles una especie de francotirador cinematográfico y a pesar de que lo que hace no sea del todo original, ofrece excelentes garantías de éxito.
La no identificación de la ciudad, el desconcierto general y la bajada a los infiernos física y psicológica de los personajes contribuyen a hacer más creíble una historia que nos perturba y angustia con muy pocos elementos. El ser humano reducido a su mínima expresión, con sus bondades y lacras, centra el viaje con parada en la sala de disección, un trayecto trazado de manera inteligente donde la ausencia de ceguera pasa a un segundo plano.
Dice el Nobel portugués que lloró al ver la película terminada: la propuesta del director de Ciudad de Dios y El jardinero fiel fue la única que le convenció de todas las que le presentaron, así que el nivel estaba alto. Tendríamos que haber visto las otras posibilidades, pero lo cierto es que ésta nos ha convencido en su conjunto, partiendo de unos intérpretes sólidos en un mundo irreconocible por el que deambulan a su suerte guiados por el personaje de Julianne Moore, magistral como siempre.