La laguna negra
En los Campos de Castilla, allá donde nace el Duero, existe una laguna oscura, espejo traidor de los desafiantes riscos que la protegen. Un refugio que guarda secretos de envidias, odio y crimen. De esas historias, de ese paisaje, debió quedar impresionado Antonio Machado cuando, viajando de Soria a Cidones, en busca de las fuentes del Duero, decidió escribir un poema ya legendario: “La Tierra de Alvargonzález”. El romance, que resuena por los Picos de Urbión, inspiró a Arturo Ruiz Castillo, para realizar una película teñida de oscuro: La Laguna NegraLa cinta que nos ocupa no es la única basada en una creación de Antonio Machado. Dos obras de teatro suyas, y de su hermano Manuel, fueron llevadas al cine con desigual acierto: La Lola se va los Puertos (Juan de Orduña, 1947), con Juanita Reina, dentro del interminable ciclo del folclore patrio; La Duquesa de Benamejí (Luís Lucía, 1949), a mayor gloria del star system español, con la pareja de moda Jorge Mistral y Amparito Rivelles; y una posterior versión de La Lola… con Rocío Jurado de estrella, pero bastante inferior a la original. De todas ellas destaca esta trama de tintes expresionistas, muy bien realizada por Ruiz Castillo que ya había dirigido alguna notable adaptación literaria como Las Inquietudes de Shanti Andía (1946).
La acción de La Laguna Negra transcurre en el seno de una familia de campesinos, donde dos de los hijos (y una de las nueras) han decidido heredar antes de tiempo. El filme, igual que el romance de Machado, arranca con el fratricidio y con la presión insoportable que ejerce el paisaje (el lago) sobre los asesinos. La Laguna y la hacienda. El hogar también se revela contra ellos: Arturo Ruiz inserta con habilidad planos detalles del sillón vacío, que preside la cada vez más hostil sala principal, recordando la ausencia del padre; reclamando una digna sepultura.

El barroquismo de la puesta en escena y la técnica utilizada, contrastan con la sobriedad del relato. Los contrapicados que resaltan la culpabilidad, se refuerzan con una interpretación muy cercana al realismo imperante en el cine europeo de la época. Las luces -y sobre todo las sombras-, en conjunción con una evolución angustiosa de los personajes, ayudan a configurar uno de los dramas más tenebrosos del cine español. Las llamas reflejadas en Candela (nombre adecuado para la instigadora del crimen) son más propias del cine de terror que del melodrama. Y es que Maruchi Fresno hace el papel de su vida. Su personaje crece con el relato para, finalmente, saturar la pantalla. La escena del incendio, con la cámara situada detrás del fuego y el plano centrado en los tres culpables, parece rodada desde el propio Infierno.
Ruiz Castillo aprovecha el entorno y la ambientación de la historia para rodar algunas secuencias costumbristas; y lo hace con un doble propósito: relajar el ambiente y servir de homenaje al poeta. Si bien es cierto que no se resiste a observarlas con un tono dramático, para no perder la continuidad que la cinta exige. Así, las labores de cosecha o los bailes de las fiestas populares, tienen como telón de fondo un castillo en ruinas que se erige amenazante e inquieta con su sola presencia.
Creo que La Laguna Negra consigue aproximar la obra de Antonio Machado al gran público. Y provoca que se produzca el milagro para los que se acercan al poeta: al leer el romance las imágenes acuden a nuestra mente, la historia toma forma y todo cobra sentido.