Una película muy interesante que nos anima a replantearnos nuestros mecanismos control sobre nuestros políticos y sobre el poder post-abandono del asiento. En manos de Michael Mann, hubiera sido magistral.

★★★☆☆ Buena

El desafío: Frost contra Nixon

La sana tradición de hacer cine político en Estados Unidos tuvo un impulso con la reelección de Bush hace cuatro años. Muchos directores se sintieron inspirados y empezaron a hacer sus pinitos históricos recientes tomando como referencia el propio presidente (W., de Oliverio Piedra) o muchas de sus más polémicas decisiones (Redacted, de Brian de Palma)

Este desafío de David Frost contra Richard Nixon es la representación cinematográfica de un hito histórico, al menos para los americanos, que desconocía: el momento en el que un presentador de televisión decidió entrevistar al primer presidente que tuvo de dimitir por el escándalo del Watergate. Lo que se prometía una entrevista con fines lucrativos, acaba siendo un verdadero reto y un ejemplo de periodismo.

La película tiene dos temas fundamentales: el poder y cómo se ve por la televisión. La propia película, a modo de "making of", con pequeñas entrevistas a los propios personajes hablando sobre la entrevista, se mueve en los terrenos del reportaje informativo, del documental retro. El film es una lección muy interesante de cómo ver la realidad delante del televisor, y como representar lo necesario para que las cámaras de televisión capten la realidad y llegue al espectador. Suena retorcido, pero también lo son algunos de los personajes del film. El poder de un primer plano puede valer por todos los injustos indultos.

Langella borda el complejo papel del presidente Nixon. Realmente electrizante y una de sus mejores interpretaciones. Sheen está muy bien como entrevistador dicharachero metido en otras charcas que le vienen grande. Pero va bien acompañado de un nutrido equipo con los sólidos Platt y Rockwell. Bacon, tal vez un poco perdido pero dando el pego como secretario de Nixon, es un poco menos florero que la preciosa Rebecca Hall. Pero sin embargo todos tienen un papel interesante aunque a ratos anodino.

Esta película debe ser la envidia de los directores españoles y de los espectadores patrios, porque lejos de hacer programas como "Tengo una pregunta para usted", nosotros nunca tendremos la ocasión de escuchar lo que Nixon dice obligado por un periodista emperrado en conseguir la verdad. Y para eso, deben tener motivaciones, incluso surgidas de conversaciones telefónicas nocturnas.

Una película muy interesante que nos anima a replantearnos nuestros mecanismos de control sobre nuestros políticos y sobre el poder post-abandono del asiento. En manos de Michael Mann, hubiera sido magistral.

Lo mejor: Langella.
Lo peor: En algunos momentos le falta pasión.
publicado por Israel 'Yojimbo' Nava el 28 enero, 2009

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