Primavera en otoño
Si alguna vez se han sorprendido mirando a una jovencita que camino de la mano de un hombre que podría ser su padre, o a la inversa, que suele estar peor visto, podría decirse que forman ustedes parte de esta película. Película que, por otra parte, no dudaría en señalar como la más desconocida de la carrera de Clint Eastwood (o, al menos, de su carrera como director) desde que pisara por primera vez el desierto de Almería.Aunque dejara sin habla a propios y extraños con el estreno de Primavera en otoño, visto en retrospectiva quizás no resulte tan raro que Eastwood se decidiera a romper con su imagen y escoger para su Malpaso una película romántica que habría hecho a Carl Wislow desear volver al Nakatomi Plaza.
Situándonos un poco, tenemos a un Eastwood que, salvo alguna excepción, cuenta sus películas por grandes éxitos de taquilla. Un actor inquieto que debutó como director con unfilm de suspense, que buscaba ser independiente con su propia compañía y que tras la insatisfacción de Joe Kidd decidió dirigir él mismo su western crepuscular Infierno de cobardes. Un actor que llevaba ya veinte años de casado, pero en el que las continuas infidelidades de él habían llevado a que ella decidiera no sentarse a esperar por las noches. Un actor cuarentón pero en estupenda forma, que salía con actrices a quienes en muchas ocasiones doblaba la edad. Tal vez seguro de suestatus e interesado por la historia de Breezy, escrita por Jo Heims (quien ya le había dado a Clint el motivo para su primer film como director), Eastwood no lo dudó y se sacó de la manga una película romántica que bien podría haber encajado en la parrilla de tarde de algún canal televisivo. Y esto no es necesariamente una crítica negativa.
El título original se refiere a Breezy, una joven jipi que todavía no es mayor de edad y a la que en la primera escena descubrimos despidiéndose de un tipo con el que se ha acostado y que conoció la noche anterior. Apenas sí tienen tiempo para presentarse antes de que ella salga por la puerta. Así queda retratadaBreezy en un par de minutos, como una chica alegre que parece navegar con la corriente, y que no parece atarse a nada, salvo a su continuo optimismo y fe en la humanidad, a pesar de algún indeseado encontronazo con un viejo verde ( Norman Bartold, un tipo que debió nacer con cara de viejo verde; al menos casi siempre le he visto en ese papel) que la recoge mientras ella hace autopista.
En el otro lado está Frank, un próspero agente inmobiliario divorciado de mediana edad que parece amar la soledad, y que trata de deshacerse de los ligues ocasionales lo más pronto posible. Tuvo a su lado a una mujer que bebía los vientos por él, mientras los dos supuestamente disfrutaban de una relación abierta. Pero la mujer se cansó, y el viejo y cínicoFrank descubre un buen día que ella tiene unos planes que descolocan a Frank. Más o menos por entonces es cuando Breezy irrumpe en su vida más que como una brisa, como un huracán, y aunque trata de mostrarse huraño, no puede (o tal vez no quiere) echarla de su vida. ¿Y quién podría echar a la preciosa Kay Lenz de su casa, se tenga veinte años o sea uno Matusalén? Es así como surge entre esos dos seres dispares una extraña relación que une a una joven idealista con un maduro descreído.
Primavera en otoño se apoya sobretodo en su pareja protagonista: una Kay al que el papel de Breezy le viene como un guante (me alegro de que Eastwood no metiera a la sempiterna Sondra Locke por en medio) y un William Holden que hace gala de su saber hacer interpretando sobriamente a un cínico cincuentón. El trabajo de Clint como director es competente, pero en su tercer largo el resultado pareció absorver la sobriedad del personaje de Frank. Desde luego en un doble cartel (hablando de cartel, ¿adivinan qué película van a ver Breezy y Frank) junto a Infierno de cobardes esta película sabría a muy poco. En definitiva, Primavera en otoño es un film correcto que probablemente sólo apasione a los, valga la redundancia, apasionados del cine romántico.
Primavera en otoño se estrelló al estrenarse, y la crítica tampoco pareció muy entusiasmada. Fuera consecuencia de ello o no, llama la atención de que durante el resto de los años 70 Eastwood sólo se dedicara a los films de acción, arriesgándose tan sólo con algún western, y no volviendo a rodar otro film romántico hasta los años 90, lo que, siendo sinceros, desde luego agradecemos Carl Wislow y el resto de fans cazurros del viejo "Hombre Sin Nombre".