El intercambio
Lo de Clint Eastwood no deja de ser sorprendente. Ya nos estamos acostumbrando a que cada película suya sea una obra importante; y llevamos unos cuantos años así. Esto que puede parecer normal, no lo es en absoluto. No hay más que darle un repaso al resto del panorama cinematográfico.
Es como si la obra de Eastwood estuviera cubierta de un manto protector anti-mediocridad; alejada del resto de proyectos comercialoides para no contagiarse de su apatía, de su falta de sinceridad y de respeto hacia un público que, increíblemente, sigue buscando calidad en las pantallas de cine y no sólo cifras de audiencia en la primera semana.
No digo que el filme sea perfecto, de hecho tiene sus fallos (pocos): la gestión con los actores más pequeños no es del todo buena, los diálogos no son los propios de un niño, y si no es culpa de una poco afortunada traducción y/o doblaje, todo parece indicar que Eastwood falla en la dirección de los intérpretes infantiles. De los adultos, sólo John Malkovich está algo fuera de lugar; no su personaje sino él como actor en lo que parece la consecuencia de un error de casting.
Pero aquí terminan los errores. Y es que, siguiendo con los actores, Angelina Jolie puede haber hecho su mejor papel hasta la fecha. Creo que fue Ron Howard, a la sazón productor de la película y casi director de ella (menos mal que se retiró y dejo el sitio a Eastwood), el que recomendó a la actriz para el papel, en un principio por su físico al que veía con muchas posibilidades para “adaptarlo” a la época de la película. De todas formas, el mérito corresponde a Eastwood que “trata” a Angelina Jolie muy bien, con elegantes movimientos de cámara y bellísimos primeros planos de un rostro insomne y preocupado, donde destaca el intenso rojo de los labios. Esto provoca que el espectador se solidarice con el sufrimiento del personaje y, por tanto, se cumpla el objetivo que pretende el director.

El seguimiento de la trama es parejo al descubrimiento de terribles sucesos (basados en hechos reales) por parte de la propia protagonista. Realidad distorsionada por Eastwood -bendita distorsión- con una tonalidad similar a las de aquellas antiguas fotografías coloreadas de nuestros abuelos; con una luz que no perdona a los personajes carentes de conciencia, o con ella no muy tranquila; y con un manejo de cámara idóneo para cada situación.
La película rezuma maestría en cada plano, pero se echa de menos alguna toma como la de la llegada del policía a la siniestra granja; es decir algo que rompa una sucesión de imágenes demasiado perfectas. Se piden secuencias Eastwood cien por cien. Da la impresión de que el director ha dejado las riendas demasiados sueltas para que sus colaboradores (siguiendo sus directrices) acaben un trabajo excesivamente académico.
En fin, para algunos será una película menor de Clint Eastwood, puede que lo sea pero no tanto por su calidad sino por la comparación con obras de la talla de Sin Perdón, Los Puentes de Madison, Mystic River o Cartas desde Iwo Jima entre otras maravillas. A pesar de todo, con El Intercambio, el veterano director sigue ayudando a que su leyenda no decaiga y, por extensión, a que el cine mantenga un nivel alto; porque, ante todo, esta cinta es un homenaje al séptimo arte. El último plano así lo confirma.