¿Quién puede matar a un niño?
El televisivo Chicho Ibáñez Serrador se siente cómodo con el cine de suspense y las historias de terror -aquellas que no nos dejaban dormir- y lo demuestra con la realización de esta película que ya puede considerarse un clásico del género.Una pareja extranjera llega a la costa mediterránea para pasar unas vacaciones. Su destino es una hipotética isla llamada Almanzora, donde parece que no vive nadie excepto un grupo de niños…
La cinta se divide en dos actos. En el excelente prólogo el director prácticamente anticipa el tema central e incluso algo del desarrollo: el matrimonio pasa un día en Benavís (un pueblo costero ficticio) y se encuentran con unas fiestas de lo más ruidosas. La ciudad parece en plena ebullición, repleta de turistas; justo todo lo contrario de lo que ocurrirá en la isla. Mientras transcurre la celebración comienzan a llegar cadáveres a la playa; el primero, curiosamente, es descubierto por un niño. Por otro lado, Chicho nos cuenta –realmente no pasa del susurro- que el matrimonio acaba de salir de un conflicto provocado por el estado de buena esperanza de ella. Un embarazo no deseado por el marido, que ha sido capaz de pensar en el aborto. Por si esto no fuera poco las noticias de la televisión -y los excesivamente largos créditos de la película- nos muestran imágenes documentales de distintas guerras y sus victimas inocentes: los niños.

Este inicio realista es transformado por el realizador en un ambiente de pesadilla en la segunda parte, tras la llegada a la isla. Allí, la trama avanza de una forma similar a las mejores películas de Alfred Hitchcock. Incluso el director hace un cameo muy parecido a los que utilizaba el maestro del suspense como firma de sus películas. Además hay algunas secuencias que recuerdan a la aclamada Los Pájaros (The Birds, 1963), con un mensaje apocalíptico final muy parecido.