Una familia con clase
Afortunadamente Noel Coward no está vivo, porque si lo estuviese y se viera sometido al oprobio por el sonrojante despropósito en el que el aspirante a cineasta Stephan Elliott ha convertido su obra teatral Easy Virtue, se moriría de vergüenza. No sin antes haber orquestado una vendetta histórica digna de la mafia siciliana.
Y es que la mayoría de las películas, aún las de muy dudosa calidad (sí,sí, hasta las lamentables parodias de la saga Movie), tienen una razón de ser, ya sea artística, reivindicativa o meramente económica. Pero luego las hay como Una Familia con Clase, una cinta a la que es imposible encontrarle una finalidad lógica: artísticamente es un insulto a Noel Coward, y su potencial taquillero es mínimo, algo que queda patente por el hecho de que sólo se vaya a estrenar en Estados Unidos de forma limitada y en Mayo. La cinta no es más que un conjunto de calamidades y situaciones de una comicidad forzadísima metidas con calzador (la secuencia de Jessica Biel en el sofá con el perro es bochornosa) que se alternan con fugaces ráfagas de la ironía y el sarcasmo propios de Coward. Tratar de convertir un texto dramático de un gran autor en una comedia no puede sino terminar en el desastre más absoluto, más aún si encima se pretende rodar como si se tratara de una ramplona y vulgar comedia palomitera actual. Los únicos destellos de dignidad de una película tan aburrida como previsible -cualquiera que haya leído la sinopsis adivinará sin dificultad su desenlace aún antes de que comience la proyección- los aporta las apariciones del personaje de un gran Colin Firth y algunas de las salidas del criado interpretado por Kris Marshall. Es una lástima ver sufrir a toda una actriz como Kristin Scott Thomas, atrapada en un papel tan lamentable mientras que en ocasiones Jessica Biel se hace poco menos que insufrible.
No hay duda de que la película muda que dirigió Alfred Hitchcock a partir de la obra de Noel Coward es notablemente superior a esta cinta de tan ínfima calidad titulada Una Familia con Clase, de la que sólo se salvan las escasas gotas de ironía que aportan Colin Firth y Kris Marshall.