Happy, un cuento sobre la felicidad
Happy, un cuento sobre la felicidad, es un interesante cambio de registro en la larga carrera cinematográfica del director inglés Mike Leigh. Aquí nos encontramos con Poppy, una “loca linda”, siempre riéndose a carcajadas de cualquier cosa, con su grupo de amigas, su trabajo y sus ganas de aprender a manejar. Si bien Leigh no cambia su escenario habitual, siempre centrándose en la clase media británica y sus problemas cotidianos, esta vez sin hacer hincapié en la cuestión social, el cambio de tono es notable. Poppy es tan graciosa como insoportable. Su conducta optimista tiñe de naïf toda la película, que ya carga con ese cambio de tono y espíritu desde su título. Todo un salto, del realismo social de El secreto de Vera Drake a esta comedia minimalista, con la ternura de su protagonista como centro del relato. Poppy logra enternecernos, aunque por momentos su carcajada constante nos inquieta tanto como a Scott, el profesor de manejo interpretado por el experimentado Eddie Marsan, a quien lo vimos en papeles secundarios en muchos films taquilleros, tanto de un lado y otro del Atlántico. Scott se irrita fácilmente con Poppy, lo que lleva escenas de discusiones entre ambos, mejor dicho, escenas en las que Scott le grita hasta cansarse a Poppy, para que le preste un poco de atención. Estas escenas se repiten constantemente hasta el momento en que Scott, sin dejar de lado el grito, abre su corazón a Poppy. Pese a la reiteración de algunas situaciones, propia de una historia pequeña que, sin embargo, no da la sensación de caber mejor en un formato más reducido, Happy… gana por la precisa manera en que Leigh moldea a Sally Hawkins (vista anteriormente en El sueño de Cassandra), extrayendo de ella todo su potencial para encarnar a la enérgica Poppy. Una historia urbana, narrada con mucha dulzura y simpatía.Lo mejor: Sally Hawkins, y el cambio de tono de Mike Leigh.
Lo peor: La reiteración de algunas situaciones.