The spirit
En qué estado de gozo y suma felicidad nos hallaríamos todos si nuestras respectivas ciudades tuvieran un espíritu que velara y cuidara de ellas, que acabara con los problemas de circulación y aparcamiento, y que tanto las obras como las zanjas que éstas provocan no fueran más que un ligero rumor de tiempos lejanos ya olvidados.
Algún día se tendrá que escribir a un superhéroe capaz de solucionar esos problemas, pero por ahora hemos de conformarnos con soñarlo. Todas estas reflexiones positivas vienen a cuento de The Spirit, la adaptación de la serie de cómics creada por Will Eisner que ha sido llevada a la gran pantalla por Frank Miller. Un Miller que, después de trabajar toda su vida con superhéroes de extraños y mágicos poderes, parece haber desarrollado también capacidades místicas, como vivir ajeno al continuo espacio-tiempo. Y es que con The Spirit, Miller da la impresión de seguir en el rodaje de Sin City, al calcar la estética de esa fabulosa película hasta el más mínimo detalle de una forma escandalosa (¡si hasta la rotulación de los títulos es prácticamente idéntica!). Lo que Frank Miller parece no entender (y lo que lo convierte en un mal director) es que hoy en día no se puede pretender repetir el impacto y la novedad que supuso el apartado visual de Sin City hace tres años. Recalcado este punto, hay que señalar que el hilo argumental de The Spirit es para echarse a llorar, ya sea de la risa o de la desesperación que causa. Las pinceladas de humor con las que está sazonada la trama son de lo peorcito visto hasta la fecha, mientras que el protagonista tiene más de payaso de feria con problemas hormonales que de heroico y valiente protector. Y quien crea que el principal atractivo de la producción se haya en su elenco femenino, se llevará una buena decepción.
Llegados a cierto punto, uno comienza a preguntarse si The Spirit es una de las peores películas de superhéroes jamás producida, o si por el contrario se trata de una de las más brillantes autoparodias de la historia del cine.