Ultimátum a la tierra
Cuántas barbaridades y crímenes contra el séptimo arte se están cometiendo con la excusa de ofrecer nuevas y renovadas versiones de algunos de los más grandes clásicos del cine. La última incorporación a tan execrable lista es Ultimátum a la Tierra, remake que Scott Derrickson ha realizado de la cinta que Robert Wise dirigió en 1951.
Aunque de remake propiamente dicho el film protagonizado por Keanu Reeves tiene más bien poco, porque aparte de compartir el título y el diseño del enorme Gort, las películas dirigidas por Derrickson y Wise no tienen nada en común. A la hora de encarar una nueva versión de un clásico, especialmente si se trata de una obra de ciencia-ficción, hay que decidir qué camino escoger: si mantenerse fiel al original con el único fin de renovarlo técnicamente o por otro lado, partir de la premisa inicial y articular una nueva historia a partir de ella. El problema de tomar la segunda opción es que entonces, se espera del film que produzca un impacto similar o mayor que el que produjo la película original en su momento. Y desde luego la cinta de Derrickson sólo consigue impactar por ser un nuevo ejemplo de los tópicos de la ciencia-ficción realizada hoy en día en Hollywood. La trama planteada (un conjunto de tópicos en el que no falta ni el típico conflicto sentimentaloide para dar ese estomagante toque humano), es simple y previsible, mal desarrollada y aún peor resuelta. De los actores sólo se salvan Kathy Bates y John Cleese, mientras que Keanu Reeves ha conseguido alcanzar ya el nivel de la inexpresividad pura.
La nueva versión dirigida por Scott Derrickson de Ultimátum a la Tierra no sólo es un pastiche de los peores hábitos de la ciencia-ficción hollywoodiense, sino un insulto en toda regla al clásico dirigido por Robert Wise en 1951.