Hasta que llegó su hora
Elprimerhombre ha visto Hasta que llegó su hora, de Sergio Leone, el cuarto y último spaghetti western de este director, esta vez sin Clint Eastwood, considerado por muchos como su obra maestra del género.
La historia empieza con una interesante secuencia de quince minutos en la que vemos a tres tipos esperando la llegada de un tren en una estación perdida en el viejo Oeste. La lenta filmación con bastantes primeros planos alertan muy bien al espectador y significan un digno inicio para ir introduciendo poco a poco, y de forma original, las letras de crédito, finalizando con el nombre del director con la llegada de la locomotora. Además, un sutil humor remarca la simplicidad de estos personajes, fulminados con tres disparos certeros por un recién llegado Charles Bronson, que con la melodía de su harmónica, que repetirá varias veces en la primera mitad del film, se da a conocer allá por donde pasa. Lo curioso es que el malo de la película es encarnado por Henry Fonda, cosa que da un punto de interés al argumento.
Un tipo llamado Cheyenne (un interesante Jason Robards) es otro de los personajes vitales de esta historia. Él y Harmónica (que es como llama Cheyenne al personaje de Bronson) acabarán ayudando a una mujer, una bella Claudia Cardinale, que llega a la ciudad para empezar una nueva vida. Un mes atrás se había casado en Nueva Orleans con un tal Bred McBain y dispuesta a instalar todas sus cosas y a conocer a su nueva familia, se encuentra con un panorama desolador: McBain y sus cuatro hijos han sido masacrados por unos bandidos. Y todo el mundo cree que los culpables son la banda de Cheyenne (cosa que indigna al mismo Cheyenne), pero el maldito verdugo es Frank (Henry Fonda), junto con tres tipos más, trabajando para un tal Morton (Gabriele Ferzetti), que padece tubercolis ósea. La intención de este es quedarse con esas tierras ya que McBain tenía pensado un proyecto que era el sueño de su vida: construir una estación en su propia ciudad. Desde que supo que el ferrocarril pasaría por esos lugares, compró el terreno que tenía alrededor y ahorró hasta esperar a que llegara el gran día. Lo tenía todo pensado, hasta sabía que en un radio de 50 millas sólo había agua en un punto de su terreno para abastecer a la locomotora de vapor. Al final la viuda tomará su relevo.
El papel del personaje de Bronson es puramente vengativo, queriendo saldar varias cuentas con Frank, aunque este no recuerde exactamente quién es él. Su harmónica tiene una fuerte carga simbólica, como también lo tenía el reloj de pulsera con una dulce melodía en La muerte tenía un precio (1965). Y la banda sonora de Ennio Morricone se une perfectamente a esa harmónica, plasmando un magnífico trabajo que da un valor esencial a diferentes situaciones de la película, remarcando, obviamente, que la relación Leone-Morricone es lo más singular de los cuatro Spaghetti Westerns que culminaron juntos a su manera. Sin esa unión no tendría sentido casi ninguna escena de las que se ven en estos espectaculares films (aunque aún me queda por ver la primera, Por un puñado de dolares, de 1964). Por ejemplo, de esa unión quiero destacar la escena del reto casi del final, cuando vuelve a aparecer en la mente de Bronson la imagen difuminada vista ya dos veces durante el film, pudiendo observar el espectador el recuerdo entero de un terrible suceso que ocurrió cuando él era aún un adolescente y el motivo de la harmónica, siendo una de las mejores escenas de todo el metraje. La magia de los planos de Leone, tan largos, penetrando más allá de la mirada de sus personajes, perderían todo su valor sin esas canciones tan potentes del gran Morricone. La locura o la poca racionalidad de los personajes que cabalgan en estos films va totalmente unida a unas composiciones musicales que parecen tener un mismo fin: un sentido crepuscular de sus vidas y el inevitable duelo final.
Pero en este film, esa gran fuerza visual y musical pierde bastante peso a causa del guión, obra del mismo Leone, junto con Dario Argento (antes de dirigir su primera película en 1970) y Bernardo Bertolucci (que ya había realizado algunos cortos y películas). A la hora de incluir un personaje femenino protagonista, aunque sea esencial para la historia, los demás personajes parecen perderse un poco alrededor de esa mujer, un poco mal retratada por ser un papel poco trabajado, importándome bastante poco desde su aparición. Aunque la Cardinale salga despampanante, con toda su sensualidad y enseñando a veces sus preciosas curvas, uno está acostumbrado a ver a tipos duros disparándose entre ellos, pareciendo en este caso que la larga duración del film (más de dos horas y media) sirva más para contarnos el futuro que tendrá la pobre Cardinale que no en entreternos con enfrentamientos entre bandidos. Además, la venganza planeada para el personaje de Bronson no está muy bien llevada, llegando al duelo final de una manera un poco forzada, sobre todo con unos diálogos bastante pobres. Quizá mi devoción por los primeros westerns de Leone viene marcada también por la presencia de Clint Eastwood, mucho más carismático que el poco expresivo Bronson (sin estar mal en su papel). Aún así, no he podido dejar de disfrutar con este film, aunque no tenga la autenticidad de sus antecesoras y parezca que todo esté dirigido más seriamente. Para eso siempre ayuda la manera de filmar del señor Leone y la de emocionar del grandísimo Ennio Morricone.
En definitiva, el último western del señor Leone, demasiado largo para contarnos una historia con menos fuerza que las anteriores, mantiene bastante entretenido al espectador gracias a su buena dirección y a la acertada música de Morricone.