Howard Hawks inicia con Río Bravo una obsesión cinematográfica; una bendita redundancia que le llevará a dirigir tres películas sobre un mismo tema. La primera resultó ser una obra maestra.

★★★★★ Excelente

Río bravo

Esto son palabras mayores. Con respecto a Río Bravo, película que todo cinéfilo que se precie de ello habrá visto varias veces, se me presenta un dilema: no se si es mejor no decir nada de este excelente western o escribir un libro acerca de él. Intentaré hacer algo intermedio.

Aquí, Howard Hawks inicia una obsesión cinematográfica, una bendita redundancia que le llevará a dirigir tres películas sobre un mismo tema. Y todo porque quiso realizar una cinta-respuesta al filme de Zinnemann, Solo ante el peligro (High Noon, 1952). Su intención inicial de resaltar los valores del sheriff que no pide ayuda a la población, que no muestra su cobardía y que se conforma con el apoyo de sus ayudantes (un alcohólico, un viejo tullido y un muchacho) resultó una obra maestra. Y es que no podía evitar insertar en la trama varias escenas entrañables con los amigos resolviendo sus problemas domésticos, mientras fuera acechaba un peligro común. Sí, Hawks se repite. Y lo hace muy bien. Seguro que acuden rápidamente a la memoria cinéfila imágenes de Río Rojo o Río de Sangre. En aquellos dos “ríos” Hawks se enfrentaba a dichas secuencias con un tratamiento más tradicional y sumergía a los personajes en la oscuridad; en decorados que simulaban exteriores. En Río Bravo el realizador matiza la puesta en escena y consigue que la familiaridad sea total desarrollando las escenas entre las cuatro paredes de la cárcel. El intimismo logrado se manifiesta rompedor con todo lo que se había realizado hasta ese momento; el director clásico resultó ser más moderno de lo que se pensaba.



El estilo de rodar de Hawks –o la carencia de él- se puede observar plenamente en Río Bravo, que se convierte en el paradigma hawksiano. Es una película en la que apenas hay dos primeros planos; el resto de la puesta en escena se enmarca con tomas generales que consiguen que la cámara “desaparezca”. Es un filme que cuando el objetivo toma protagonismo lo hace por alguna razón, y desde luego no para el lucimiento del operador o director de fotografía. Un ejemplo: si nos fijamos en un travelling (¿el único?), cuando John Wayne y Dean Martin hacen una patrulla nocturna por la calle principal del pueblo, la sensación de intranquilidad que produce al espectador (y de belleza por las imágenes) es única.

Insisto: a Hawks le gusta repetirse. La idea original para el casting era utilizar al mismo trío protagonista de Río Rojo (Wayne, Montgomery Clift y Walter Brennan) y añadir un nuevo elemento de conflicto: el sheriff borracho encarnado por Dean Martin. Clift rehusó la invitación; no quería volver a pasar por las mismas discusiones desagradables con John Wayne. Y es que la forma de pensar del actor se encontraba en las antípodas de “El Duque”. Pero parece que todo le salía bien a Hawks, que pronto encontró un sustituto perfecto, una estrella de la canción que además le iba a proporcionar una publicidad impagable para el proyecto. Me refiero a Ricky Nelson. Su tema (con Dean Martin) “My Rifle, My Pony and Me” fue todo un éxito (por cierto la canción original, con otro título, ya aparecía en Río Rojo) y la secuencia en la que cantan la balada country ya es legendaria.



Walter Brennan, otro fijo en el genial director, da vida a un personaje muy bien dibujado y excelentemente interpretado; el ajuste ideal de humor que requiere la cinta. Por último, Angie Dickinson representa el contrapunto femenino de Wayne, un pretexto para que Hawks pueda reflejar su querida guerra de sexos. Aunque algunos críticos digan que hay escenas que parecen introducidas con calzador, en mi opinión el personaje no sobra, al contrario proporciona un aire relajado, y en el caso de la escena final una excelente excusa para que Hawks vuelva a sus comedias más aplaudidas. Nunca la lencería femenina fue tan inteligentemente usada para una declaración de amor entre los protagonistas.

La trama, el estilo, los personajes, en definitiva la puesta en escena de Río Bravo es magistral. Es cierto que hay muchos más elementos para analizar en este western, pero no nos queremos alargar y seguro que el cinéfilo avezado quiere aportar sus propios análisis. Señores, lo dicho: esto son palabras mayores.
publicado por Ethan el 20 noviembre, 2008

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