Red de mentiras
Red de Mentiras es el último ejemplo de una corriente que ha calado muy hondo en Hollywood en años recientes: la de realizar con actores de primera línea cintas de acción enmascaradas bajo el falso pretexto de hacer cine comprometido social o políticamente. La táctica es de una gran astucia, ya que se gana el favor de los medios y siempre queda abierta la posibilidad de conseguir alguna nominación o premio de prestigio.
Y aunque es obvio que Red de Mentiras es más profunda y posee muchos más elementos de advertencia y de denuncia que por ejemplo Diamante de Sangre, el nuevo largometraje de Ridley Scott se asemeja más a un film como La Sombra del Reino que a la potente e intensa Syriana. Una vez matizados estos aspectos, hay que rendirse al talento del cineasta británico, que nos regala una trepidante muestra de lo que debería ser el cine comercial norteamericano. Y lo hace sin estridencias ni atropellamientos, con una dirección magnífica que no apabulla al espectador y que lo hace partícipe de la historia que está contando. William Monahan le aporta una consistencia al guión de la que suelen adolecer este tipo de producciones; los personajes están bien construidos -especialmente los de Crowe y Strong- y el desarrollo de la historia es coherente y creíble, aunque en el último acto se le va un poco de las manos. Por supuesto, de lo mejorcito de la película es la presencia de un soberbio Russell Crowe, que se come la pantalla -y a DiCaprio- en cada aparición. Sorprendente es la interpretación de Mark Strong, que al igual que Crowe, se come a DiCaprio en todas las escenas que comparten.
Más cercana a títulos como La Sombra del Reino que a Syriana, la nueva película de Ridley Scott es un divertimento de gran calidad, que nos vuelve a regalar una magnífica interpretación de Russell Crowe y nos permite descubrir a un buen actor como Mark Strong.