Anticristo
Tanta curiosidad nos produjo el nuevo experimento del depresivo, atormentado, ingenioso, hiperactivo, condenadamente creativo y rarito Lars Von Trier, que no pudimos evitar acercarnos a esa película ya con el estigma de maldita. Abucheada en Cannes, insultada por críticos de todos lados (que se escandalizan rápido, todo hay que decirlo), con desmayos en las salas (de gente que no sabe a qué entra), el reconocimiento prácticamente unánime a sus dos protagonistas y comentarios tanto de gente que la había visto como (cómo no, para eso vivimos donde vivimos) de los que no la habían visto.
Demasiado gore hemos visto ya a estas alturas como para que este bagaje nos asuste, así que, con una cena ligerita (tampoco hay que forzar) nos acomodamos en la butaca para adentrarnos en la particular visión de la depresión del director danés, que casi no pudo acabar la película de lo trastornado que se hallaba su cerebro mientras intentaba llevarla a cabo.
La cinta se divide en tres o cuatro actos centrales más su prólogo y epílogo y si hubiera que dibujar su línea argumental en un folio, claramente sería una espiral que se adentra en un punto más negro que el culo de un grillo. Una caída hacia lo irracional, un descenso a los infiernos del alma humana. Esto es lo que se entrevé en la primera mitad de película, porque llega un momento en el que al amigo Lars se le va la perola por completo y empieza a vomitar imágenes desquiciadas perdiendo el norte y cayendo en una ensalada de barbaridades sin demasiado sentido.
Pero, ¿de qué va anticristo? Pues al principio, relata el drama de una pareja que pierde a su hijo pequeño, que intenta dar un triple mortal con tirabuzón desde un quinto piso. Así que, razonablemente, la mujer se trastorna un poco y el marido, que es psicoterapeuta, decide tratarla intentando que venza sus miedos. Para eso, la lleva a una cabaña en medio de un bosque y es allí donde observa que la señora tiene el tejado más agujereado que un casco de esgrimista. Será aquí donde Lars vacíe sus visiones e inunde la pantalla de zorros que hablan mientras se devoran a si mismos, pesas que agujerean piernas, tijeras que rebanan clítoris, penes q eyaculan sangre y un final surrealista que acaba de rematar lo poco que se había cogido durante la película.
¿Todo esto convierte a "Anticristo" en una mala película? Chico, pues yo que sé. No deja indiferente, eso está claro y hay algunas imágenes que impactan por su belleza, en una cámara ultralenta y acompañadas por un aria de Häendel (imágenes que por bellas no dejan de intentar escandalizar, como la del bebé cayendo al bacío o una penetración en primer plano en la ducha). Así que no pude evitar pasarme toda la película oscilando entre las ganas de internar al dire en un psiquiátrico que tuviera el electroshock incluido en el precio y admirar la capacidad imaginativa y visual de este genial desquiciado.
¿Se saca algo en claro después del ramillete de salidas de tiesto? Pues la impresión de que Lars Von Trier ha utilizado la cámara como si fuera un cómodo diván para curar sus neuras y que algo le ha tenido que haber hecho alguna mujer, porque el papel que le da a la premiada Charlotte Gainsbourg tiene tela.
Lo que está claro es que Lars Von Trier es un excelente narrador, pues hasta cuando no tiene nada que contar, es capaz de narrarlo muy bien.