Cine como conmoción: el desquiciamiento de un pueblo y la visión cándida de unos niños… Poesía en estos tiempos de hamburguesas de carne de idiota.

★★★★☆ Muy Buena

Buda explotó por vergüenza

Nunca había visto antes una película iraní. No conozco nada de Kiarostami, a pesar de que mi amigo K. insiste siempre en que busque un hueco entre Fritz Lang y Michael Mann y vea A través de los olivos. Confieso cierta inercia a dejarme llevar por lo que conozco. Prefiero redescubrir a Bresson que conocer a Ozu. Tampoco tengo a mano todas las hipotéticas joyas del cine turco o mongol, pero admito que cuando he visto alguna película aparentemente exótica, alejada de los canales ortodoxos de distribución, despojada de los clichés del cine pensado como industria, facturada en algún remoto país sin pedigree en la Historia del Séptimo Arte(¿Túnez?¿Bolivia?¿Jordania?) he pensado lo erróneo de ciertos hábitos y me he obligado a dejarme engolosinar más por lo que se salga de la rutina.Buda explotó por vergüenza viene de ganar el Premio de la Crítica del Festival de Cannes del año pasado, así que no es (precisamente) una anomalía del sistema, una especie de pequeña joya que haya pasado desapercibida por todo el mundo. Esa distinción la ha colocado en el pelotón de salida de la fama internacional, que no sé muy bien qué es pero que hace que las películas sean vistas o exploten, en las estanterías del olvido, por vergüenza, como el Buda. Quien no la ha visto, sabe de qué va. Conoce que cuenta la historia de una niña que se obstina (con una obstinación rayana en el desmayo) en comprar un cuadernito, un lápiz y una goma y así poder asistir al colegio con un vecino de su edad (seis años, siete tal vez) con el que comparte rellano a pie de cueva. Estamos en Afganistán no mucho después de que la demolición del Buda excavado en la montaña a manos del talibanismo más radical, y perdóneme el lector por la redundancia, pero Hana Makhmalbaf, la joven directora iraní de dieciocho años a cargo de este festín de denuncia y de poesía, no retrata ni un solo acto de la barbarie que asoló el país salvo la escena con la que se abre el metraje: el reventón del Buda, su eliminación del mapa sentimental de un pueblo. A lo que asistimos es a una odisea que esclarece las consencuencias de esas tropelías. Asistimos a los juegos de una docena de infantes ociosos, que encuentran en la copia de los comportamientos de sus próceres un anclaje más que satisfactorio con la crudísima realidad que les circunde. Si han de ser talibanes y odiar al enemigo americano, pues a arrojarse de cabeza al fanatismo y a odiar a quien se ponga por delante. Las escenas en las que los niños desarrollan sus juegos son escenas de una sencillez plástica y formal irreprochable pero que celan, en su vértigo, en su desquiciamiento, las muescas de un país, su más enloquecida estampa.


Buda explotó por vergüenza es una película de una ternura asombrosa. Si peca de ingenua en algunos tramos, si cae en un simplismo excesivo, luego todo se compensa con la impresión absoluta de ser cómplices de una denuncia hermosa, al menos; una del tipo que (al salir de la sala oscura) nos hace paradójicamente felices. Porque no se puede ser feliz y exultar ese júbilo cuando en ese remoto rincón del globo pasan las cosas que acabamos de contemplar. Y lo único que la niñita quiere es que le cuenten historias. Historias sencillas que pueda después rememorar con la lectura. Cine más puro que ningún cine: imágenes que brotan de las palabras. Mi amigo K. está feliz porque he sido valiente.
Lo mejor: La niña: su empeño actoral. La historia, sencilla y mágica.
Lo peor: Cierta ingenuidad, cierta dejadez, cierto amateurismo TOTALMENTE excusable.
publicado por Emilio Calvo de Mora el 24 octubre, 2008

Enviar comentario

Leer más opiniones sobre

muchocine 2005-2019 es una comunidad cinéfila perpetrada por Victor Trujillo y una larga lista de colaboradores y amantes del cine.