Camino
Muchos buscaban resarcirse con un producto que en su esquema narrativo inmediatamente inteligible funciona a grandes rasgos como si fuera un melodrama saturado de subrayado lacrimógeno que fundamenta su complaciencia para con el público a base de sofismas muy a la orden del día y circunscrito al pensamiento común en torno a la religión y los tópicos que señalan a la opinión preestablecida y casi obligada sobre los contubernios dogmáticos de la religión católica en la sociedad posmoderna.Sorprende – además de que lo indicado en el anterior párrafo solo es la crítica fácil que resulta de la miopía y un cierto cainismo que vayan ustedes a saber las razones (?) que lo auspician – que la nueva película del imprevisible Javier Fesser sea una punzada visual cuya profundidad toca de igual manera a las razones y a los sentimientos, a los aspectos intuitivos que nos acercan a una comprensión del mundo (la desgracia sin razones ni causas aparentes)desde la fatalidad y a la razón de las distintas interpretaciones – apegos a la realidad en función de las creencias y las querencias – que cada individuo humano puede formular en una lectura similar a la metáfora, el último y desesperado intento de abrazar la cruda realidad, hacerse digno de la vida o hacer que la vida sea digna del ser que sufre. Ciertamente, la única forma de apreciar la – por ahora – incalculable valía de esta película es el entendimiento de su estructura dramática, pues en este caso drama y significado son inseparables. Olvídense de la lágrima fácil. Fesser – mucho más sutil de lo que pudiera parecer – nos ofrece Imágenes en las que las lágrimas dicen mucho menos que el contexto psicológico y el juego de dualidades, a través de los cuales cabe comprender – a base de razones, insisto, nada de emociones al aire del sentimentalismo, eso métanselo donde mejor les plazca – cada gesto por la profundidad narrativa que supone – por ejemplo, y esto SOLO es un EJEMPLO – la secuencia más perturbadora y significativa del filme; aquella en la cual la madre (Carmen Elías) de la niña moribunda sostiene en sus manos un cartel de la imagen del Cristo Jesús, con el sentimiento correlativo (e implícito en la puesta en escena) del amor que la niña siente hacia su jovencito compañero del mismo nombre, lo único que cuenta en su imaginación y su amor. Camino quiere ver a Jesús… y entonces la madre se ofrece a mostrarle la imagen del cristo y…no hay palabras. Ese fotograma,de un dolor tan mórbido, expresa lo que la enfermedad de la niña significa en la película a efectos narrativos, sutil correlato de la maligna influencia del adoctrinamiento oscurantista que se traduce en muchas visiones perturbadoras. Un gran mérito de la película, por tanto, es su capacidad de integrar los aspectos puramente mórbidos como pieza fundamental en su estructura de significados y mecanismo esencial en la progresión dramática. "Camino" no es una película sobre una niña enferma de cáncer, es la enfermedad definiendo un conjunto dramático en el que cabe la fe, la ideología, la avaricia, el amor, la duda, la esperanza, la debilidad, el error, el arrepentimiento. El guión contribuye a crear una tensión dramática en torno a los preceptos de la vocación católica y la represión que supone la presión externa (miedo en el subconsciente de la niña)que desencadena el imparable proceso tumoral en el implícito juego de correspondencias entre el mundo exterior y el mundo onírico-religioso. Volviendo a esa demoledora Imagen, los ojos estrábicos y sin vida por causa del tumor, son la expresión de lo que Camino ya no puede ni debe comtemplar, pues Jesús para ella ya solo es el primer amor adolescente. La enfermedad aparece en función de un proceso espiritual y de la inmersión en un mundo de fantasía que salva la realidad. Y, por supuesto, los clérigos solo monopolizan una parte del proceso que, en cualquiera de los sentidos, tiene que ver con la maravilla y lo sagrado.
La película no solo no es esa furibunda crítica contra los dogmas religiosos según nos la han vendido, sino que reivindica la reseñada canonización mediante un canto a la vida y a la muerte, un milagro que puede ser valorado tanto en el ámbito mundano como en el espiritual. Resulta muy extraña y sorprendente la complejidad sensitiva que desprende. Una película perturbadora, a menudo terrorífica, en todo momento áspera al paladar pero que, sin embargo, deja un poso de optimismo.
En definitiva, cumple con creces aquello exigible en una obra de arte: singular, clara y efectiva, podemos definirla desde el amor, la ternura, el melodrama que avanza con ritmo implacable, el viaje onírico-fantástico, la lágrima hiriente y el terror psicológico. Si alguien se atreve a hablar de cursilería esta confundiendo el sentimentalismo con la sensibilidad en una película que no manipula la perspectiva del espectador, sino que lo sitúa ante un conjunto de hechos maravillosos (vamos a entender que el dolor forma parte de ese corpus excepcional)que obligan a la reflexión y al desglose en torno al proceso vivido. OBRA MAESTRA ABSOLUTA, SIN NINGÚN MARGEN PARA LA DISCUSIÓN.