Cinematográficamente no hay por donde cogerla, pero destila mucha magia y encanto, sobretodo por una serie de detalles que si ya resultaban chocantes en los 80, hoy en día serían totalmente impensables.

★★★☆☆ Buena

Terrorvision

En 1983 los hermanos Band fundaron la que sería una de las productoras cinematográficas más desvergonzadas de los años 80 y un sello bajo el cual se ampararían todo tipo de subproductos de bajo presupuesto, hablamos de la mítica Empire International Pictures. Una productora que hasta 1985 no daría el sí quiero a las salas de cine con la película Ghoulies, un filme sobre pequeños espíritus macarras que obtuvo un cierto éxito de público. Pero sería Re-animator, esa modernización en clave gore del Frankenstein de toda la vida, la que se llevaría el gato al agua proporcionándole a la Empire el mayor taquillazo de toda su vida. Tras éstos dos filmes, la productora siguió coqueteando alegremente con el terror, lo sobrenatural, la ciencia ficción y el gore más zafio, mediante inefables títulos como Troll, Re-sonator, Dolls, Crepozoides, El morador de las tinieblas, Arena, el ring de las galaxias, La venganza de los muñecos, TerrorVisión y muchos más. Una serie de películas que el aficionado vería con mejor o peor ojos, pero que no darían dinero, que en definitiva, es de lo que se trataba, por lo que en 1989 Charles Band y compañía tuvieron que cerrar puertas. Claro que de las cenizas de la Empire resurgió cual ave fénix la productora Full Moon Entertainment, que con una filosofía similar a la de aquella se sumergió en las pantanosas aguas del directo a video, pero esa es otra historia. Corramos un estúpido velo y centrémonos en lo que hoy nos interesa: TerrorVisión.

La historia empieza en Plutón, cosa que sabes porque lo pone en letras bien gordas, porque si no pensarías que esa maqueta acartonada que sale en pantalla solo puede ser un pesebre futurista que el hijo de alguien ha hecho para el cole. En fin, que estamos en Plutón, en el departamento de sanidad (unidad de tratamiento de seres mutantes para más señas), cuando un rayo de energía cósmica sale disparado, hace una carambola interplanetaria y cae por error en la Tierra, concretamente en la nueva y flamante antena de televisión de una familia de chungo americanos de los 80. A dicha familia la componen el chungo padre (un tipo hortera y bastante viciosillo), la chunga madre (una tipa hortera, viciosilla y que hace aeróbic para más inri), el chungo abuelo (un pirado de las conspiraciones que vive en un bunker y come colas de lagarto), el chungo hijo (un Macaulay Culkin de la era Reagan. O sea, en plan Rambo), la chunga hija (una fashion victim con el mismo fondo de armario que Cindy Lauper) y el chungo novio de la hija (un jeviata con peluca). Sus vidas correrán peligro cuando el televisor empiece a sintonizar canales extraños, emita luces parpadeantes y un chucho extraterrestre y algo mutante emerja de la pantalla para merendarse al personal.No son pocas las ocasiones en que la industria del cine (muy predispuesta ella siempre a mirarse el ombligo), ha fantaseado con la idea de que sus creaciones traspasaran las fronteras físicas del celuloide (circunstancia que aquí no deja de ser una mera anécdota o excusa argumental). Sin ir más lejos, el mismo año del estreno de la cinta también llegaba a nuestras pantallas Demons 2 de Lamberto Bava (filme donde este concepto cogía más relevancia) y solo hay que trasladarnos un año atrás en el tiempo para encontrar en las salas de cine dos películas tan distantes, pero al mismo tiempo tan próximas (no me maten por ello, por favor), como la primera entrega de Demons y La rosa púrpura de El Cairo de Woody Allen. Es obvio que algo había en el ambiente (cocaína muy probablemente) que propiciaba esta moda, y la Empire se subió al carro.


Para llevar acabo tal proyecto, Charles Band eligió a un realizador asiduo de la casa, Ted Nicolaou, director que con la saga Subespecies sería uno de los principales culpables del revival vampírico de los 90. Para los papeles protagonistas se optaron por actores con una fuerte bis cómica, Mary Woronov (La carrera de la muerte del año 2000, ¿Y si nos comemos a Raúl?, La noche del cometa) se puso el delantal y asumió el papel de madraza, Gerrit Graham (El fantasma del paraíso, Frenos rotos coches locos, Loca academia de policía 6) asumió el rol de padre, Chad Allen (al que los más puretas recordaran por ser el amigo de Webster en la mítica serie) cogió un subfusil de asalto para interpretar al pequeño de la casa, Diane Franklin (El último americano virgen, Amityville II: La Posesión, Las alucinantes aventuras de Bill Y Ted) se hizo un guardarropa con todos los males de la época y dio vida a la hija punky, y Jon Gries (Noche de miedo 2, Una pandilla alucinante, Napoleón Dynamite) bañó su pelo en petróleo para encarnar al novio macarra. Los efectos especiales corrieron a cargo de John Carl Buechler.


TerrorVisión es una comedia de horror marciano, con un espíritu canalla y una estética irrepetible, consecuencia directa de su tiempo. Una película que muestra poco respeto por el género al que pertenece y que se marca un paso de tango en favor de chistes sangrientos y numerosa casquería. Todo en ella es exagerado y caricaturesco, desde los sets (donde no encontrarán ni un solo exterior) hasta las interpretaciones, y se palpa en el metraje que está rodada con más entusiasmo que talento o presupuesto. Cinematográficamente no hay por donde cogerla, pero destila mucha magia y encanto, sobretodo por una serie de detalles que si ya resultaban chocantes en los 80, hoy en día serían totalmente impensables. Como el diseño del monstruín plutoniano (una enorme bola de carne y babas), o el personaje de la presentadora de programas de terror (una tetuda siniestra que sigue la estela de gente como Elvira o Vampirela), o ese gusto tan kitsch que la familia siente por el arte (decorando cada rincón de su casa con obras de fuerte carga sadomasoquista). Lo erótico y lo sangriento siempre están ahí, pero presentados de forma un tanto pudorosa, algo que sorprendentemente ayuda a ver con buenos ojos el filme. Una joya de casposa serie B ochentera y un clásico del videoclub, con una portada mítica de aquellas estanterías a las que nos enfrentábamos con mirada inquisitiva muchas tardes de domingo. Una nostálgica cinta solo apta para irreducibles cinéfagos con el paladar ya acostumbrado a este tipo de ensaladas. Cutre, entretenida, divertida, bizarra, ingenua y salida de madre.


La frase: “Son adorables antes de mutarse.”

Lo mejor: Ese sabor affaire de genuina serie B de los 80.
Lo peor: Muchas cosas, pero pregúntenle a otro.
publicado por Cecil B. Demente el 18 octubre, 2008

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