Los Extraños
Bryan Bertino, el director de Los extraños no es Billy Wilder.
Muchos directores tienen la manía de comenzar sus películas por el final convirtiendo el resto del metraje en un flashback eterno. La razón divina de este sinsentido podría buscarse en un intento de agarrar de inicio al espectador con una intriga que lentamente va desvelándose – lo que dice muy poco a favor de un director que no confía en que el espectador aguante ni diez minutos de metraje -. Pero a veces el truco funciona, como en Sunset boulevard (El crepúsculo de los dioses) de Billy Wilder.
Una pareja en crisis pasa una noche de miedo acorralada sin motivo por tres extraños. Cuando la historia es repetitiva al menos queda contarla de manera coherente. ¿Dónde estaba Bertino cuando hablaron de guión en clase? Seguramente revisando videoclips acompañado de Michael Bay.
Quien haya vivido alguna vez una historia de amor, una pasión, un mal momento, detestará la falsa apariencia amorosa de esta pareja. Cero empatía, cero identificación da como resultado cero realidad y cero química con el espectador. Son actores interpretando un mal texto, no dos amantes improvisando una cierta ruptura.
Partiendo de esa base mentirosa – tal vez Bertino jamás haya amado – la película pasa a ser un burdo tour de force por demostrar un talento imaginario de forma presuntuosa – una fotografía tonal (desaborida), un montaje alevosamente pausado (aburrido), una puesta en escena acentuada (jactanciosa), una cámara en mano cercana y provocativa (anestésica e inmoral) y un sonido experimental (quejica) Muerte a la estética por que sí.
No se sabe si son más payasos los malos – tres adolescentes con máscara que nadie entiende a qué juegan – o los buenos, que piensan con el culo para que el guión siga avanzando vergonzosamente intentando que nos asustemos. En la era del móvil cierto cine de terror ya no cuela.
Hablando de terror, ¿aterran los enmascarados por disfrazarse de bufones? La máscara hay que saber llevarla, que Leatherface – el portador de la sierra en La matanza de Texas – dé lecciones a estos pardillos. No asusta la máscara sino el monstruo que la lleva. Leatherface es el engendro que ha creado la propia sociedad capitalista, es un analfabeto aislado, un hombre que se quedó en el paro y que sólo mata porque es lo único que hacía en el matadero donde trabajaba. Conociendo su historia, nos identificamos con él y el miedo que da deja de ser superficial y chillón para convertirse en algo mucho más profundo.
Que lo entiendan de una vez, El resplandor no da miedo por los fantasmas sino por el hombre mediocre – ¿no lo somos todos? – que se bloquea y encuentra en el hacha su inspiración. Y si lo que se pretende es llegar al miedo absurdo, al que golpea contra toda lógica – The ring -, la historia debe ser creíble de principio a fin para que cuando venga el mazazo – el horror saliendo de la pantalla – no sepas dónde agarrarte.
En Los extraños los protagonistas facilitan la tarea del asesino: todos olvidan el móvil o lo tienen sin batería (detestable diabolicus ex machina), nadie avisa a la policía, no huyen cuando pueden, no usan el arma que tienen, se separan con excusas baratas… y eso ya lo decía Forrest Gump, eso es tomadura de pelo.