Uno a uno sin piedad
"El hijo de un coronel sudista, aparece por su pueblo tres años después de la contienda, para encontrar trabajo. Reconocido por gentes del lugar, se pelea con varios de ellos, siendo vapuleado. La razón es que el coronel transportaba muchos miles de dólares en oro, junto a cuatro hombres, cuando desapareció con el dinero. O al menos eso dicen.
A las afueras del pueblo, un desconocido, que ha sido testigo del altercado, le comenta que él era uno de los hombres que iba con su padre y también fue herido mientras dormía y creyéndole muerto le enterraron. Los asesinos del padre son los compañeros de viaje del coronel.
El chico, junto al desconocido, comienzan un largo viaje para cumplir venganza, devolver el buen nombre al padre y, ya de paso, quedarse con el botín, o al menos ese es el plan del desconocido, un sibilino mejicano apodado "Charro"".
Mediocre spaguetti western, que no obstante se puede ver gracias al buen hacer de Rafael Romero Marchent, un estimable director que logró buenos trabajos en el difícil arte de los spaguettis.
Aquí no lo consigue y se puede decir que la peli es incluso en gran parte tediosa, pero hay algunas eficaces escenas, y su primer tercio está bien.
La pena es que, poco a poco, va perdiendo fuerza, volviéndose repetitiva e incluso algo aburrida en diversos tramos.
Lo cierto es que, salvo el final, que se puede calificar de sorprendente, pues no es previsible, el resto es pasar los minutos sin nada de calidad que llevarse a la boca.
Sidney Chaplin cumple su papel con convicción su modesto papel y William Bogart es lo mejor de este vulgar film gracias a su papel del siempre peligroso "Charro", que no molesta gracias a Marchent, pero que se olvida con facilidad, gracias a Dios.
Bonita música de Vasco y Mancusso y un guión que tenía posibilidades pero se malogra por su superficialidad.
Como nota curiosa, en este film trabajaron juntos dos intérpretes que murieron muy jóvenes. Peter Lee Lawrence se suicidó con apenas 29 pues padecía de un tumor incurable.