Quemar Después de Leer es una mirada ácida y corrosiva a la sociedad y estamentos norteamericanos, en la que los Coen se ríen de todas las obsesiones, miedos y paranoias que asolan Estados Unidos cuyo único defecto es no haber sabido encontrar el ton

★★★☆☆ Buena

Quemar después de leer

Defenestrados y acabados eran dos de los términos que más frecuentemente se empleaban al hablar de los hermanos Coen hace dos años, algo hasta cierto punto comprensible tras dos fiascos como la floja Crueldad Intolerable y la espantosa The Ladykillers, siendo lo peor de ello que ninguna de las dos era una historia original. Con No es País Para Viejos, Ethan y Joel Coen recuperaron el honor perdido, y ahora se embarcan en una propuesta tan diferente que sólo ellos podrían ser capaces de asumir.

Lo primero que llama la atención de Quemar Después de Leer es que es muy distinta a lo que cualquiera podría imaginarse por su campaña de promoción y publicidad. Lejos de ser una comedia hasta cierto punto disparatada, el film es una crítica dura y concisa a la paranoia que vive tanto la sociedad como las instituciones oficiales estadounidenses, sazonada eso sí con desconcertantes momentos de humor. El principal, y casi único defecto de la cinta es que los Coen no terminan de dar con el tono apropiado, muy ligero para un drama, y demasiado duro y enrevesado para una comedia. No obstante, y aunque es un título menor en la filmografía de los hermanos Coen, Quemar Después de Leer no deja de ser un film entretenido, con algunos momentos de gran brillantez -atención a ese particular regalo de cumpleaños que construye George Clooney- que deja un poso para la reflexión y supone una llamada de atención. Y por supuesto, hay que verla aunque sólo sea para presenciar el derroche interpretativo de Brad Pitt convertido en memo integral.

Quemar Después de Leer es una mirada ácida y corrosiva a la sociedad y estamentos norteamericanos, en la que los Coen se ríen de todas las obsesiones, miedos y paranoias que asolan Estados Unidos cuyo único defecto es no haber sabido encontrar el tono más adecuado.

Lo mejor: Brad Pitt.
Lo peor: La ambigüedad entre drama y comedia.
publicado por Francisco Bellón el 9 octubre, 2008

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