Supersalidos
Dice Woody Allen que sólo existen dos cosas importantes en la vida, la primera es el sexo y de la segunda no se acuerda. Por sincero los farsantes le crucifican para resucitarle luego sólo porque es un genio.Rechazamos cierto tipo de cine como el de Supersalidos – cine de adolescentes – por parecernos cine de tercera – ¿no lo es el 90 % de lo que se estrena? -, superficial y guarro, pero al hacerlo olvidamos dos detalles: el detalle genérico, se trata de comedias que pretenden arrancar la carcajada y lo logran; y el detalle hipócrita-sexual, que el sexo mueve el mundo lo sabemos todos aunque algunos traten de disimularlo. Es realista y empático que dos adolescentes pasen las veinticuatro horas del día pensando en el sexo – buenísima esa obsesión de Seth por dibujar falos – y en ese punto de identificación con la realidad que muchos tratan, por decoro, de ocultar, está lo mejor de la película.
Cuando Supersalidos se aleja de esa naturalidad genital libidinosa – unos agentes de policía imposibles o un final feliz mentiroso, el sapo nunca se convierte en príncipe ni se casa con la princesa – la película muere y se vuelve tontería.
La risa aparece siempre cuando se explota la ironía dramática – Fogell o su alter ego McLovin con el carnet falso o Evan cantándole funky a unos matones drogatas – pero por culpa de un guión incompetente incapaz de sacar partida a las situaciones creadas fracasa en su objetivo de perdurar en la memoria colectiva con gags escatológicos inolvidables como el del estiramiento de pene en los vestuarios de Porky’s o la cópula pastelera de American Pie.En cuanto al intento por presentar una cierta profundidad y una tesis entorno a la amistad y a los ciclos de la vida, no cuela; deberían haberse empapado de esa maravilla de corto titulada La última polaroid.
Supersalidos es cine gamberro de coito juvenil, queda claro; pero es más reconocible todavía como road movie metropolitana de un solo día y su inspiración más cierta es Jo, ¡qué noche! – obra maestra absoluta de Scorsese que coloca a Kafka en el celuloide – y su espléndida versión adolescente, Aventuras en la gran ciudad.
No sé el futuro que le espera al cine de adolescentes, ni siquiera si seguirá habiendo cine; como decía Asimov sólo sé una cosa segura del futuro, habrá sexo, porque sin él, no habrá futuro.