1408
Cansado de tanta birria se debe ser excesivo para no ser mediocre. Alcestes, el misántropo, dirá que Stephen King en el cine vale tanto como el autor que le ha adaptado. Así triunfaron Carrie de De Palma, El resplandor de Kubrick, Misery de Reiner o Cadena perpetua y La milla verde de Darabont.
El de Maine puede dar las pautas pero la literatura se sirve de parámetros distintos al cine por lo que jamás un buen libro – y King no es santo de mi devoción – garantizará una gran película si no hay un buen guionista y un buen director detrás.
En 1408 un escritor de tres al cuarto descreído se encierra en una habitación para volver a reírse de los fantasmas y encuentra las puertas del Hades.
1408, como película, es absurda, aburrida, tramposa e incoherente; basta de engañarse por ser heredera del ¿genio? del terror de best seller.
Es absurda porque juega con fuego y se quema, mentar a Dante en esta banalidad es suicida y conduce al callejón sin salida en que se convierte el final de la película, incapaz de dar respuestas al monstruo falso que ha creado. Es aburrida por soporífera, superficial y por disparar las armas del buen terror con cartuchos de fogueo. Es tramposa por sacarse de la manga los giros dramáticos y por jugar con los sentimientos como si el espectador fuera un clínex donde sonarse los mocos. Y es incoherente por la falta de credibilidad, por crear unas reglas de juego que luego se salta a la torera porque el infierno lo puede todo y no hay más que pensar.
Nada es real en 1408, bajo el drama de una muerte prematura – puro truco tonto de magia para enternecer – se esconde la nada más absoluta. El personaje de John Cusack no sabe dónde se mete y el director jamás lo aclarará. Todo ocurre por mandato ciego de un guión que jamás roza lo humano y se pierde entre fantasmas que lo son sin más.
El misántropo dirá que un actor vale tanto como los papeles que interpreta y su olfato de perro para saber escogerlos – que le pregunten a De Niro, ¿quién reconoce al genio que maravilló en Taxi driver, El Padrino II o Toro Salvaje? -. John Cusack vive del cuento chino que le hemos contado: fue tremendo en Balas sobre Broadway, una de las obras maestras absolutas de Woody Allen y en Medianoche en el jardín del bien y del mal de Clint Eastwood, pero después siempre pasable y simpático. La realidad es ésa, Cusack perdió el olfato.
El cine es torturador, horrible como en 1408; se entiende el martirio de Alcestes: no se puede dejar de amarlo a pesar de tanta miseria… ésa es la cruz.