A pesar de la evidente sumisión al género negro, la cinta no pierde el toque personal del director: Garci impregna de su particular melancolía una trama que se convierte en crepuscular.

★★★★☆ Muy Buena

El crack dos

El Crack dos, es la secuela de El Crack (1981), y resulta al menos tan buena como la primera.

La película arranca con dos partidas de mus: la primera convencional, de cartas; la segunda, se convierte en un enfrentamiento entre el protagonista, el detective Germán Areta (Alfredo Landa), y una banda de delincuentes que se ha apropiado de su coche. La secuencia, donde la cara de póquer del actor apenas varía de la utilizada en la mesa de juego, sienta las bases de cómo va a transcurrir la cinta sin hacer necesaria la visión del largometraje que inicia la serie. También el contraste de caracteres ayudan en la definición del personaje principal. Las escenas donde el detective aparece con su pareja (María Casanova, actriz fetiche de Garci en los setenta y ochenta) o con su ayudante (Miguel Rellán), son significativas por lo opuesto de su actitud: alegre y dinámica la posición de los secundarios; pesimista la de Areta.

El realizador, que no disimula su afición al cine negro estadounidense (dedica la película a Raymond Chandler), se inventa con el díptico un nuevo género español -“el gris marengo”, según sus propias palabras-, tan obscuro como el americano y repleto de referencias hacía Hollywood. Garci utiliza diversos elementos para configurar un entorno adecuado con el que hacer efectivo su homenaje particular al film noir: Así, un peluquero, amigo de Areta, se imagina una juventud al lado de figuras relevantes del boxeo americano. Son relatos acerca de legendarios combates, algunos de ellos amañados, que enturbian la ya de por sí obscura trama. Los decorados intencionados con carteles de cine -hay uno muy bien elegido para subrayar la soledad del detective en su particular lucha: Conspiración de Silencio (Bad Day at Black Rock de John Sturges, 1954)- o las insertadas secuencias de La Jungla de Asfalto (The Asphalt Jungle de John Huston, 1950) forman parte de la misma tarea: ennegrecer la acción lo máximo posible.



A pesar de la evidente sumisión al género, El Crack dos no pierde el toque personal del director: Garci impregna de su particular melancolía una trama que se convierte en crepuscular. Además propone secuencias donde la amistad es la verdadera protagonista. Para Garci, José Bódalo se convierte, una vez más, en el amigo perfecto –supongo que es una clara referencia a su aprecio por el excelente actor en la vida real-. Los diálogos entre Bódalo y Landa son la mejor muestra de lo que realmente le interesa y emociona al realizador.

La cinta ha sido siempre poco valorada por su calidad de secuela, sin embargo, en mi opinión, me parece una de las mejores realizadas por el director y, además, un documento muy interesante de Madrid, gracias a las excelentes tomas de la capital insertadas por Garci a lo largo de todo el metraje.
publicado por Ethan el 5 octubre, 2008

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