La cinta habla de la libertad; de la verdadera, la que reside en el interior de las personas y que espera a ser descubierta.

★★★★☆ Muy Buena

A años luz

El suizo Alain Tanner realiza una singular película que ganó el premio del jurado en el festival de Cannes, en 1981, y que consigue emocionar hoy en día gracias a una atractiva historia, en aquella época futurista (la acción se desarrolla en el 2000), pero que realmente no tiene tiempo definido.

Basada en la novela La Voie Sauvage de Daniel Oliver, la trama comienza de una forma casi surrealista: un anciano medio loco (Trevor Howard, excelente) invita a un joven desilusionado con su vida (Jonás, encarnado por el actor de televisión Mick Ford) a vivir con él en una abandonada gasolinera. Los trabajos que el viejo le encarga a Jonás a cambio de comida son tan duros como absurdos. Gracias a un hábil tratamiento del punto de vista, el espectador asiste al cambio que experimenta el joven y se da cuenta – a la vez que Jonás- que esta extraña labor de aprendizaje tiene su razón de ser.

El largometraje transcurre por tierras irlandesas; Tanner enmarca la puesta en escena con una paradoja como herramienta principal. Lo hace utilizando un desguace como decorado en un filme que trata del acercamiento del hombre a la Naturaleza: las tareas que Jonás realiza le disponen anímica y espiritualmente para esa aproximación. Sólo cuando el joven esté realmente preparado podrá participar del secreto que celosamente guarda el anciano en su cobertizo.

A Años luz es una película muy bien realizada e interpretada; con un discurso que hace aumentar su importancia: la cinta habla de la libertad; de la verdadera, la que reside en el interior de las personas y que espera a ser descubierta.

publicado por Ethan el 2 octubre, 2008

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