Una de las mejores películas de Eisenstein, de la que John Milius tomó prestadas algunas ideas para su “”Conan el bárbaro””.

★★★★☆ Muy Buena

Alexander Nevsky

A pesar de El acorazado Potemkin y Octubre, Sergei Eisenstein nunca lo tuvo fácil para desarrollar su carrera en la Unión Soviética. Sus innovaciones, sus extraños planos y sus manías parece que nunca acabaron de encajar del todo con el espíritu leninista. Y a mediados de los 30, tras un rocambolesco periplo por Europa y América, y un fallido intento de trabajar en Hollywood, el director volvió a la URSS cabizbajo, deprimido por un film que se estaba acabando sin él en Méjico, y con el rabo entre las piernas; era un extraño en una industria cinematográfica que él había ayudado a levantar con su talento. Aquel judío burgués era altamente sospechoso. Y para colmo de males, el primer proyecto que tomó en sus manos al volver a suelo ruso, El prado de Bezhin, resultó un desastre mayúsculo. Las autoridades rechazaron el trabajo. Sería demasiado prolijo relatar aquí todo lo que envolvió aquel rodaje; resumiendo, algunos culparon a Eisenstein de lo ocurrido; otros  hicieron responsables a los productores, sobretodo al productor ejecutivo de la industria soviética, Boris Shumyatski; algunos apuntaron a intervenciones políticas, especialmentes de las altas instancias, de la más alta incluso.

Pero fue de esa más alta instancia de donde vino una via de escape para Eisenstein. José Stalin, que no era famoso por dar segundas oportunidades, hizo una excepción con el director. El bigotudo dictador culpó a Shumyastski de lo ocurrido (con lo que le acabaron recetando una dosis de nueve gramos, que diría Solzshenytsin) y ofreció a Eisenstein un proyecto, a elegir entre dos, para salvar su reputación. El director se decantó por una revisitación de la figura histórica de Alexandr Nevski, un héroe nacional ruso y santo de la Iglesia Ortodoxa que vivió en el siglo XIII.

Esta vez Stalin no quería sorpresas. Eisenstein sería vigilado de cerca por Dimitri Vasiliev, un ayudante de dirección con quien compartiría títulos de crédito, y que reportaría directamente a Moscú de los detalles del rodaje. Otro elegido del Politburó supervisaría el guión final. El otrora director estrella debió sentir en su cuello la correa soviética y lo corta que ésta era.

Evidentemente el cine soviético, especialmente el de aquella época, siempre va más allá de lo que vemos en pantalla. Si viéramos un corto de un granjero ordeñando una vaca, las connotaciones irían más allá. Bien estaríamos ante una alabanza del perfecto nivel de producción soviético de leche, o ante una alegoría de los zares explotando al pueblo. En Alexander Nevsky todo va más allá de esos lejanos acontecimientos del siglo XIII.
A grandes rasgos, Alexander Nevsky, el personaje, es un príncipe campesino (un noble apegado a la tierra, el único aceptable, en contraste con los malvados burgueses de la ciudad) que ha ganado celebridad por haber derrotado a los suecos en la batalla del Neva. Al principio del film una delegación mongola acude a verle para intentar comprarle y que ofrezca su talento militar al emperador mongol. Evidentemente Nevsky rechaza la oferta ostensiblemente, afirmando que sólo pone su espada al servicio de la Madre Rusia. Y pronto habrá necesidad para ello cuando un gran ejército teutón comience a fagocitar territorio ruso a un ritmo endiablado.

Cuando uno ve Alexander Nevsky se ve tentado a pensar que la película se rodó tras 1941. Las referencias son realmente obvias. Se podría pensar también en que Eisenstein se inspiraba en la guerra contra Alemania durante de la Primera Guerra Mundial, pero la sucesión de acontecimientos en la película encajan mejor con la invasión alemana de junio del 41. Tal vez Eisenstein fuera un visionario, o tal vez habría leído durante su viaje por Europa el Mein Kampf y sabía de las intenciones del perverso Adolfo. Fuera cual fuera la razón, lo cierto es que cuando Alexander Nevsky adquirió una verdadera relevancia dentro de la frontera soviética fue tras la agresión nazi, mientras los panzers avanzaban por la estepa rusa como los blindados caballeros teutones de la película. Alexander Nevsky parecía filmada especialmente para esa fatídica fecha. Si Stalin la había soterrado en algún oscuro almacén tras el pacto antinatura con Hitler, en 1941 la desempolvó y distribuyó por toda Rusia para dar ánimos a la población y los combatientes. En 1938, dicen, todo lo que Eisenstein había conseguido de Stalin tras la proyección del film fue una lánguida frase: "Después de todo, sí eres un buen bolchevique". Pero viniendo de quien venía debió sonarle al director como música celestial.

Alexandr Nevsky constituyó la primera película sonora de Eisenstein. Sin embargo el film denota que Sergei era un director formado en el cine mudo, y que había conseguido la gloria cinematográfica en el cine mudo. El diálogo en la película es escaso. Si se sustituyeran los diálogos por rótulos impresos no habría mucha diferencia entre esta película y un film mudo. Las imágenes, acompañadas por la magnífica partitura de todo un Prokofiev, son las que predominan en  la historia, y las que hacen avanzar a ésta. Rótulos blancos en un fondo negro nos llevan de un lugar a otro de la geografía rusa.

Los guerreros teutones, ocultos permanentemente, la mayoría, tras sus grandes yelmos y almetes, son así deshumanizados y presentados casi como autómatas. Destruyen matan y saquean sin que veamos expresión alguna. Parecen actuar de forma mecánica.
La horda germana no sólo representa la amenaza extranjera, sino que engloba a todos los enemigos de la Unión Soviética. Los siniestros monjes que acompañan al ejército y esa especie de obispo-papa católico avisan al espectador de los peligros de la religión, y de los atentados que contra el pueblo se hacen en su nombre, como el lanzar niños a la hoguera. Alexander Nevsky también atrae la atención sobre la amenaza que puede acechar dentro de la propia Rusia. Cuando llegan las noticias de la invasión, el pueblo clama para que se lanze a los combatientes rusos contra los guerreros teutones, y que sea, por supuesto, Nevski quien lidere esa cruzada. Pero los príncipes y nobles de Novgorod responden que es mejor dialogar y tratar de comprar al enemigo. Mientras todo eso ocurre un agente de los germanos ordena a un secuaz que hable en contra de Nevski, pero su intento será en vano. Por aclamación popular el príncipe campesino será llamado en defensa de la nación. Como particular signo soviético, una vez los teutones sean derrotados se juzgará a los prisioneros. Los soldados rasos serán liberados, pues no dejan de ser en cierta forma hermanos campesinos que "han sido obligados a luchar". Los oficiales serán liberados tras un suculento rescate. El gran líder teutón no correrá tanta suerte, así como los religiosos y como el traidor ruso, que será despedazado por las masas. Nevski, en su discurso al pueblo, da un aviso (sabiendo que quien lo hace no es traidor, cosa importante en la Rusia estalinista) a las potencias extranjeras: "quien a espada venga a Rusia, a espada perecerá".

Alexander Nevsky es ejemplo de la prodigiosa técnica de Eisenstein y de su buenhacer en el montaje. Con un estilo narrativo ágil y eficaz, para el observador atento  escenas como las que se pueden contemplar durante la larga secuencia de la batalla final gozan todavía de un gran valor estético. Los efectos de sonido tal vez estén desfasados, pero no me extrañaría que Peter Jackson hubiera echado un vistazo a esta película de vez en cuando mientras rodaba El retorno del rey.
publicado por Moebius el 19 septiembre, 2008

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