Más allá de ser un bonito y digno cuento infantil, huele a producto híper-prefabricado, excesivamente rutinario, y carente de toda autenticidad.
La Isla de Nim
La isla de Nim es un simple y entretenido cuento infantil de aventuras que mezcla elementos propios de la frondosa imaginación de la protagonista (la ascendente Abigail Breslin), con aspectos propios de un verosímil capaz de tomarse cualquier licencia posible, e incapaz de salir de la realidad símil cuento de hadas de cualquier relato para niños. Más allá de la nena Breslin, la mejor del elenco, tenemos a Gerard Butler (gruesa metáfora, el aventurero Alex Rover, héroe de Nim, está personificado por el mismo actor que interpreta a su padre), y a Jodie Foster en una sorprendente clase de sobreactuación, como la neurótica y agorafóbica autora de los libros de aventura que, licencias narrativas mediante, es convencida por su propio personaje para viajar hasta la remota isla y cuidar de la desprotegida Nim. La película entretiene y, si algo cabe destacar, es su apelación a un imaginario infantil carente de reiterativos universos y criaturas fantásticas. Por el contrario, el mundo de Nim está rodeado de animales comunes y silvestres, como lobos marinos, lagartos y gaviotas, que pese a formar parte del mundo natural, tienden a decantar en muñecos animados digitalmente, más cercanos a la fantasía dibujada que a la realidad filmada. Esto último hace que La isla de Nim, más allá de ser un bonito y digno cuento infantil, huela a producto híper-prefabricado, excesivamente rutinario, y carente de toda autenticidad.