Su inmersión directa en la fábula fantástica le quita todo atisbo de complejidad al tosco Hellboy, en una película entretenida y auténtica, pero menos interesante y oscura que la sorprendente primera entrega de la saga.

★★★☆☆ Buena

Hellboy II: El Ejército Dorado

Hellboy es una de las adaptaciones más fieles y entretenidas del mundo del cómic. La dirección y el guión de Guillermo del Toro, uno de los directores más talentosos del género fantástico, y la intervención en la historia de Mike Mignola, cerebro detrás del cómic homónimo, aseguraba la autenticidad, tanto de la primera, realizada cuatro años atrás, como de esta secuela. Hay elementos que se han trasladado inteligentemente de aquella a esta, principalmente el humor de este violento personaje, mezcla de héroe y antihéroe, y las criaturas que lo acompañan, Liz Sherman, y Abraham Sapien. Algunas escenas se sostienen dentro de la comedia, como cuando Hellboy y Abe se emborrachan mientras cantan una canción romántica, y hacia el final se definen algunas cuestiones del romance entre Hellboy y Liz. Sin embargo, hay una diferencia central entre estas dos, que radica en la diferencia argumental natural entre la primera y la segunda parte de cualquier saga. Si la primera entrega de Hellboy se ocupaba de explicar los orígenes y la naturaleza de este personaje, con sus correspondientes y contundentes coletazos históricos (Hellboy surge a partir de un hechizo realizado por los nazis), la segunda amplía en la personalidad de Hellboy, sin despegarse de la trama central, que involucra a un ejército de criaturas lideradas por el príncipe Nuada, quien intentará quebrar el pacto secreto entre los humanos y las criaturas. De esa manera, la película se despega de los orígenes pseudo-históricos y los apuntes cargados de cierto realismo, para navegar plenamente por el universo fantástico, acumulando peleas de las criaturas “buenas” con diferentes criaturas “malas”, que recuerdan a los más extraños personajes de Star Wars (imagínense la cantina de Mos Eisley aumentada a una hora cincuenta de duración). De esa manera, lo más destacable de esta producción se encuentra en el diseño de escenarios y personajes, y a partir de esta profusión de criaturas, se nota claramente la intención de apuntar esta secuela a un público menos adolescente/adulto y más infantil que la primera. Esto ya puede leerse en el prólogo, cuando Buttenholm le cuenta al niño Hellboy una historia fantástica que terminará dando pie a la aventura que, elipsis y décadas mediante, le tocará protagonizar. Esta inmersión directa en la fábula fantástica le quita todo atisbo de complejidad al tosco Hellboy, siempre interpretado por el excelente Ron Perlman (a quien nadie, salvo quizás del Toro o algún productor, lo hubiera imaginado nunca encarnando a un superhéroe del cómic). En síntesis, la secuela de Hellboy confirma una vez más la maestría de Guillermo del Toro en este terreno, en una película entretenida y auténtica, pero menos interesante y oscura que la sorprendente primera entrega de la saga.
publicado por Leo A.Senderovsky el 17 septiembre, 2008

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