Unico testigo
En Único Testigo hay un elemento que destaca sobre los demás: el guión de Earl W. Wallace y William Kelley. Por una vez, y sin que sirva de precedente, la Academia de Hollywood le otorgó el oscar con todo merecimiento. Entre otras cosas quiso reconocer las muchas virtudes que posee el guión clásico frente a los ataques que sufrió en la década de los 70 y primeros 80, amparados en falsos modernismos. O por lo menos esa es la sensación que a mí me produce ese justo premio. Y es que la cinta es un ejemplo del paradigma de una película de acción, pero repleto de calidad gracias a la muy bien insertada historia de amor que subyace en la trama, y al marco que rodea a toda la cinta: prácticamente un documental sobre la vida de los “Amish”.El guión en tres actos es de libro. Hay una primera parte introductoria, donde Peter Weir nos presenta a los personajes principales y que finaliza con un punto de giro espectacular. A partir de aquí comienza el desarrollo de la cinta: un policía (Harrison Ford) y sus testigos protegidos (Kelly McGillis y el pequeño Lukas Haas) tienen que refugiarse en una granja hasta reponerse de sus heridas y planear como enfrentarse a sus enemigos. Para que no decaiga la acción, los guionistas colocan estratégicamente diversas secuencias, tan interesantes como la trama principal. Todas ellas relativas al quehacer cotidiano de la familia o a la relación entre Ford y McGillis. La secuencia de la construcción de un granero es un logro cinematográfico. Aquí, Peter Weir se luce al manejar el tiempo de forma perfecta y darle a la escena el ritmo adecuado. Por cierto, en algún momento del filme, la protagonista le pregunta a Harrison Ford si sabe algo de carpintería, a lo que él responde “un poco”; en la vida real el actor era carpintero antes de lanzarse al estrellato.
Aunque inevitable, el encuentro amoroso de la pareja es sencillamente emotivo. La escena de ambos bailando en un granero al son de la música -“What a wonderful World” de Sam Cooke, seleccionada por el propio Harrison Ford- ha pasado con justicia a los mejores momentos del séptimo arte.
Después de otro golpe de efecto pasamos a una tercera parte repleta de acción; es lo que pide un guión clásico. Basado en Solo ante el peligro, el héroe tiene que enfrentarse uno por uno a todos sus enemigos. Y todo se acelera por momentos hasta su resolución final. La cinta concluye con eficacia, de la forma en que los cineastas de la vieja escuela solían hacerlo.
No es de extrañar que Único testigo sea un referente para los mejores guionistas. Bajo mi punto de vista, todo aquel que decida dedicarse a escribir para la gran pantalla debería aprendérselo de memoria.