El resultado produce la ilusión del niño que encuentra un diamante. Eso sí, seguramente la Imagen solo es excepcional en la gran pantalla.

★★★★☆ Muy Buena

Viaje al centro de la tierra (2008)

Se va confirmando el Canon a golpe de efectismo traducido a sustantivación de magnífica serie B, la cual retorna para dejar su pincelada de clasicismo. Julio Verne es exploración fantacientífica que usa la narrativa de forma que la aventura comienza cuando los personajes reafirman un acto de fe en lo maravilloso, y entonces la naturaleza se convierte en magia y la tecnología mecaniza el factor humano con un propósito competitivo. Dejemos ahora la literatura. En esta pieza de Eric Brevic – sostenida en un guión a prueba de balas que la habitual miopía confundirá con la insulsez malentendida – , el vigor es el texto (literario y visual) y los personajes funcionan como factor humano definido en unos contornos que se adecuan a la rítmica y el flujo del revival a la vieja usanza. Todo ello, claro, esquematizado pensando en fabricar un producto familiar. Pero no vamos a caer en el tópico de valorarla por carecer de pretensiones. De hecho, la técnica y el sentido dramático son complementarios a lo largo de todo el metraje: la secuencia más memorable que citamos aquí como paradigma; el sonido de las pisadas del tiranosaurio (que en todo momento queda, hasta una secuencia posterior, fuera del campo visual, acrecentando la sensación de suspense) sincronizado con una sucesión de planos de aproximación al rostro del joven protagonista, algo así como un plano secuencia discontinuo. Lo que sería un lenguaje más acorde con la vitalidad pulp de la serie B, frente a una elegancia clásica que siempre apostaría por el plano secuencia como gradual construcción de la tensión dramática en otros ámbitos inspirados en el interés por la ficción introspectiva (Jurassic Park, por ejemplo, erraba el tiro en su diatriba entre el ecologismo humanista y la dinámica del revival) .

Tras la aparente vulgaridad esconde el modelo para representar adecuadamente estos ámbitos de la evasión por la evasión , olvidando la figuración (todas las posibilidades metafóricas del relato fantacientífico) y centrar así el objetivo en el vigor de esos contornos. Si les interesa descubrir por qué los personajes unidimensionales tienen un incalculable valor, esta película es la Imagen que hay que retener. Sobre todo porque la unidimensionalidad es ilusoria. Prevalece la expresión sintética en la cual los perfiles son tan complejos como les permite (y así goza de ellos, el espectador con lo representado) el universo específico para el que han sido creados. En The Dark Knight, – otro paradigma que viene al caso – la planicie (parcial) en la construcción de personajes no corresponde con su apabullante formulación temática, siendo además una película que busca el realismo del cine noir y la seriedad trágica de Shakespeare. El resultado produce una hilaridad también parcial…


Indiana Jones IV tenía de pura mirada sentimental lo que la película de Eric Brevic tiene de reinvención del cine matiné libre de mito al que homenajear dejando aparte los corta-pega que además tienen un uso perfecto de cara al espectáculo en 3D. El viaje al centro de la tierra posee la claridad de un trazo honesto que expresa su singularidad allí donde sitúa la mirada (una cierta belleza en lo vulgar), la sencillez de la fantasía hecha con un mapa-libro, un mundo edénico en el inframundo, una caída de vértigo y la sana ingenuidad que ya lleva más de tres décadas definiendo su inconfundible aroma. El resultado produce la ilusión del niño que encuentra un diamante. Eso sí, seguramente la Imagen solo es excepcional en la gran pantalla.
publicado por José A. Peig el 8 septiembre, 2008

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