Juno Macguff tiene 16 años y es más inteligente de lo que le conviene. Y sí, es cierto, es ingeniosa, culta, rápida en las respuestas, observadora y, sobre todo, sarcástica. Ese sarcasmo es su particular trinchera para esconder sus miedos y las dudas. La relación que mantiene con un compañero de clase, Bleeker, acaba de dejar fruto: está embarazada y ya ha tomado una decisión: tendrá el niño y lo dará en adopción. Su padre y su madrastra están de acuerdo. Ahora hay que encontrar padres adoptivos adecuados. Son Mark y Vanessa, y son ideales. Sólo que Mark comparte demasiado con Juno, demasiadas aficiones comunes y un entendimiento a primera vista…
Esta historia nos suena. No sabemos por qué, pero la historia no es original. Y es cierto, de hecho, nada sorprende realmente de la historia de Juno. Lo que si gusta, por supuesto, es ese halo de película independiente que respira. ¿Qué caracteriza a ese halo? Actores conocidos por canales no comerciales, música indie, imaginería pop, tratamiento teenager de las historias y desde luego ese hastío del mundo convencional que destilan los personajes protagonistas.
Juno es una película que arriesga poco, pero le sale bien. El guión tiene momentos brillantes, de agridulce posmodernismo y de referencias a la cultura de masas que tanto gustan. Los actores no defraudan, aunque es Ellen Page, que está sencillamente soberbia, la que lleva la voz cantante en la película.
Parece que el hijo del cazafantasmas Ivan Reitman ha aprendido bien la lección. Su anterior trabajo, Gracias por Fumar, le brindó buenas críticas, pero parecía demasiado prefabricado. En esta, ha dado más de sí, elaborando toda una declaración de intenciones de base conocida y envoltorio más que atractivo que hará las delicias de todos esos pequeños personajillos post-adolescentes que visten gafas de pasta y Converse All-Star.