Cobardes es la historia de dos chavales de secundaria, uno la víctima y el otro, el verdugo. Guille es, en apariencia, un chico como muchos: buenas notas, buen deportista y con una familia que le respalda. Descubre que actuar de chulito en clase le da cierto respeto, por lo que, sin dudarlo, elige a una víctima y, con cualquier pretexto se pasa el día acosándole con sus amigos. Gabriel es la víctima elegida. El único motivo: tener el pelo rojo.
El reparto es acorde a los personajes y, aunque Paz Padilla chirríe enormemente en su papel, Antonio de la Torre cumple con creces el cometido, además de estas interpretaciones más que correctas, cabe destacar a la siempre efectiva Elvira Mínguez y al todoterreno Lluís Homar. Todo esto, llevado por una de las mejores direcciones en tándem que tenemos en nuestro país, dan un producto correcto y de una frescura de agradecer. Sorpresa muy grata la de los niños protagonistas, que dan una lección de interpretación muy convincente y que transmite.
El guión se adentra en terrenos intrincados y pantanosos: agresiones verbales, agresiones físicas, grabaciones con móviles, la dualidad de la víctima/verdugo y toca de pasada otros temas como la ambición, el instinto de liderazgo y demás, temas todos tocados en sus superficie intentando apuntar que se podría haber ahondado más… pero no sirve de nada. Si se escribe una historia como esta, se escribe hasta el final, tocando todos los temas.
Se quedan cosas en el aire, sobretodo bastantes dilemas morales, tema escabroso donde los haya; bastantes aspectos de la relación víctima/verdugo y otros aspectos que, si bien sea por ser el primer acercamiento al tema en el cine español o por falta de tiempo, no han sido bien desarrollados y se echan de menos en el metraje. Es una película perfecta para agitar conciencias, y se queda en una exposición muy coirrecta de hechos, aunque solo eso, una exposición.
Pero en definitiva, nadie puede negar que Cobardes es una muy buena película, de factura impecable y que pone un tema candente y arriesgado sobre la mesa. No quiero decir que este mal lo que hace, ni mucho menos, pero, como en todo, podría haberse hecho mucho más.