Con suma honestidad y sinceridad con el material que cuenta, Kim Ki-duk nos entrega otro hermoso drama, donde las imágenes y los cuerpos se encargan de llenar lo que otro realizador cargaría innecesariamente de palabras.
Aliento (Breath)
Reconozco que este no es el cine oriental que más frecuento. Sin embargo, siempre es grato observar un grupo de cineastas orientales, como Wong Kar-wai, Tsai Ming-liang o Kim Ki-duk que se muestran más confiados en el poder de las imágenes que el grueso de los realizadores de todo el mundo. Kim Ki-duk nos revela dos personajes que sufren una desgarradora soledad. Jang Jin está condenado a muerte por matar a su mujer y a su hija, y ha buscado liberarse intentando quitarse la vida en dos oportunidades. Yeon lo ve por televisión, y conecta la desesperación de Jin con su miserable vida, presa de un marido que le es infiel sin hacer el más mínimo esfuerzo por ocultárselo. Frente a esta humillación, Yeon decide liberarse visitando al condenado, llenando las paredes de la sala de visitas con paisajes luminosos y paradisíacos, y cantándole canciones para alegrarlo. Lo que nace entre ellos es una historia de amor que se sabe incapaz de crecer más allá de las paredes de la cárcel, y del poco tiempo de vida que le queda a Jang Jin. Kim Ki-duk plasma un crudo melodrama, sin caer en la explicitud oral, los protagonistas prácticamente no pronuncian palabra, Yeon solo se expresa cantando y bailando frente a Jang Jin, y las pocas palabras que ponen en escena el conflicto salen de la boca del marido de Yeon, quien luego de conocer esta historia, deberá entender la naturaleza de la relación de ambos. El radical vínculo que une a los presos que comparten la misma celda, con claros atisbos homoeróticos, se expresa a su vez de un modo puramente físico, hasta su previsible desenlace. Mención aparte merece la siempre presente cámara que espía la intimidad de Yeon y Jang Jin, con el propio Kim Ki-duk como el jefe de seguridad que vigila estos encuentros cada vez más pasionales y dolorosos. No le hace falta más para contar una historia donde el amor y el respiro (o aliento mutuo) se vuelven los motores principales de dos vidas despojadas de toda cercanía a eso que llamamos felicidad. Con suma honestidad y sinceridad con el material que cuenta, Kim Ki-duk nos entrega otro hermoso drama, donde las imágenes y los cuerpos (la cercanía de estos, pese al poco tiempo que cuentan para poder encontrarse y acercarse) se encargan de llenar lo que otro realizador cargaría innecesariamente de palabras.