Confuso y algo tosco acercamiento al thriller con acento israelí. La experiencia de tres mujeres en torno a un crimen se despliega con un lenguaje visual pobre y atropellado discurso narrativo. Aburrida.

★☆☆☆☆ Pésima

Jirafas

Hay películas condenadas a sufrir los rigores de una pésima distribución, hecho directamente relacionado con el ínfimo, por no decir nulo, apoyo publicitario que reciben. Si a ello sumamos un director apenas conocido más allá de la frontera israelí y unas condiciones de exhibición denigrantes, se entenderá que JIRAFAS pase con mucha pena y nada de gloria por la cartelera estival. Ahogados en la usual marea de superhéroes, adaptaciones de series y algún entusiasta musical, jamás podríamos intuir la tímida presencia de este fallido thriller, debut de Tzahi Grad que aterriza en nuestro país tras siete años de olvido. Dato bastante elocuente, por cierto.

No extraña esta hibernación forzosa visto el resultado, aunque en su defensa señalaré que la proyección se hizo en formato dvd -avisados estábamos los incuatos asistentes por medio de un blanco rótulo-, imagínese el lector lo que eso acarreaba. Obviaré detallar la lamentable definición de imagen sobre la tela blanca, tampoco me explayaré en el espanto sonoro. Calidades a un lado, la historia, femenina pero no feminista, viene a ser una suerte de collage urbano que trenza los hilos de una investigación criminal en la que tres mujeres, vecinas de un edificio en Tel Aviv, se ven implicadas. El relato se concibe y vertebra sobre el andamiaje asimilado al género policíaco, pero a Grad parece interesarle también un goteo dramático que nos permita aproximarnos al ámbito emocional de sus personajes. Por eso el primer tramo de la cinta podría llevar a engaño. No acaba siendo la terna protagonista, pese a los indicios, muestrario de la idiosincrasia hebrea contemporánea, ni siquiera reflejo poliédrico de un modus vivendi digno de crítica o germen de reflexión última. Pronto se revela como lo que el rocambolesco guión se encarga de confirmar. Muy al contrario de lo que pudimos observar en EL EDIFICIO YACOBIÁN (2007), opera prima del egipcio Marwan Hamed que ofrecía un rico caleidoscopio de El Cairo a través de la historia de dicho inmueble y sus diversos ocupantes. Lo irónico y lo sórdido, pasado y presente en un análisis certero de todo un paisaje moral.

A diferencia de la de Hamed, esta película se convierte en tedioso engranaje del suspense, mecánico y confuso puzzle cuyas piezas son ensabladas no ya sin una mínima afinación estética -aquí huele a rancio-, también careciendo de brío narrativo y habilidad en la pintura de personajes. En definitiva importan poco las motivaciones del asesino o el mantel de ambigüedades que se pretende extender ante nuestros ojos. Todo deriva en narración apresurada repleta de paupérrimos diálogos, ni qué decir tiene que enfundada en toscas opciones en el lenguaje visual -próximo a lo amateur-. Sería más bien una hipotética tercera regional en la liga de obras de peculiares aportes al género de intriga criminal. Y el aburrimiento toma la delantera.

Tal vez sea lo más relevante de JIRAFAS el juego de espejos planteado en el epílogo. Desde el principio asistimos a confusión de identidades y equívocos sentimentales, aunque las inquietudes artísticas de dos de las jóvenes permiten una tímida elucubración sobre los límites entre realidad y ficción. O la realidad como inspiración para construir ficciones igualmente lamentables. O la ficción construida como realidad alternativa, con un final más emocionante, de mayor impacto, puro espectáculo. Pues ni aún con ésas. Tan dignas intenciones se antojan amortiguadas por el peso de una blanda resolución que podrá curtirse con una segunda oportunidad tras la cámara (MAL GESTO, 2007). Bajo este ensayo sobre verdades y mentiras abiertas a la interpretación resuenan voces que mendigan presupuesto y -todo hay que decirlo- mayor astucia para contar algo realmente estimulante.
Lo mejor: El mediocre intento de hacer algo sometido a las reglas del thriller causa un inesperado efecto cómico.
Lo peor: El look rancio, su pobre lenguaje, la escasa pericia en el trazo de personajes, los diálogos.
publicado por Tomás Diaz el 20 agosto, 2008

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