Por otro lado…, bueno, por todo lo demás, en realidad, la película es una maravilla. Me encantan los dos personajes principales, uno que es clarísimamente un Johnny número 5, y el otro un iPod avanzado versión año 2800, en homenaje a Steve Jobs, el dueño de la compañía Pixar, que es el mismo que de la compañía Apple. Es increíble cómo dos personajes que son prácticamente mudos y que se comunican entre ellos, y por ende con nosotros, con ruiditos (lo que hace que más de la mitad de la película sea casi casi cine mudo, un riesgo del que salen airosos) nos puedan transmitir tanto. Son geniales el afán coleccionista del robot protagonista y su curiosidad por los objetos, la horda de robots locos y, por ende, antisistema en la nave espacial, la forma de representar a los humanos, que, aunque inconsistente (ver de nuevo 1), tiene un brutal valor simbólico con la sociedad occidental de hoy en día acomodada en el consumismo y las comunicaciones virtuales… y también quisiera destacar el maravilloso epílogo sobre la, digamos, para no estropear demasiado, la segunda y revisada historia de la humanidad, vista a través de la historia de la pintura: fondo y forma intrincadas como nunca, y que además invitan a una segunda lectura como un guiño sobre la propia compañía, pionera en el 3D, después de que hace año y medio fuera comprada finalmente por la gran representante de la animación tradicional: Disney.
Total, que les ha salido un bonito alegato ecoanticapitalista con historia de amor robótico incluida, pero que como distopia futurista deja que desear.
Off-topic: Quisiera quejarme amargamente sobre las condicines deplorables en las que vimos la película. Soy de los pocos que quedan que prefiero gastarme las siete libras que vale la película en el cine, con la pantalla grande, el sonido envolvente, la cómoda butaca y la sala oscura, especialmente si tengo una mínima seguridad de que la película lo va a valer, como es el caso. Pero cuando empieza el corto Presto, el proyeccionista (esa figura que ya no existe porque se encarga simultáneamente de los siete proyectores de las siete salas que tenga el complejo), dejó puesta una lente que nos mostraba la película en formato vertical, con los personajes delgadísimos y altísimos. Cuando a los cinco minutos vinieron a arreglarlo, el corto ya había acabado, y lo hicieron de tal forma que la zona de la pantalla de más a la izquierda estuvo tapada (en negro, vamos) durante más de la mitad de la proyección. No es que se perdiera nada fundamental, pero se perdía el equilibro de la fotografía del formato panorámico y, joder, que no estaba bien, no era perfecto, y yo, por el cabreo, no pude concentrarme a disfrutar de la peli lo que merezco por lo que he pagado. Ya sé que lo que hay que hacer en estos casos es levantarse e ir a buscar a alguien responsable y avisar a tiempo; eso obliga a perderse unos minutos de la peli, que ni yo ni nadie más de la sala estuvo dispuesto a hacer. Lo peor es que, después, nos conformamos como borregos en vez de ir en masa a pedir que nos devuelvan el dinero. Lo merecemos por burros. Eso sí, si ya voy poco al cine, la próxima vez aún me lo pensaré un poco más.
1.- ATENCIÓN SPOILERS. ¿Alguien me explica como se pueden reproducir unos gordos que no se mueven de sus sillas transportadoras y que apenas pueden mantenerse en pie? Y otra: Si las máquinas se rebelan contra los humanos y no quieren volver a la Tierra ¿qué sentido tiene mantenerlos vivos en este estado de enajenación mental?
Lo mejor: Los personajes, tanto los dos robots protagonistas como los secundarios.
Lo peor: No hay coherencia en el entorno de distopia futurista.