Con “Devil in Miss Jones” (El diablo en la señorita Jones, 1973), Damiano dio al porno su máxima manifestación. Entiéndase, en términos artísticos. Maximalismos más palpables no tardarían en llegar.

★★★★☆ Muy Buena

The devil in Miss jones

En un género, el porno, que hoy se desvanece en la abundancia y el consumismo, donde muchos circularon sin querer ser recordados, Gerard Damiano es uno de los pocos nombres que es imposible olvidar. Es responsable de films que dieron al género su partida de nacimiento en la sociedad diurna. Gracias a Damiano, por escasos años en Estados Unidos, ver una película pornográfica podía ser considerado de buen gusto. Los intelectuales podían comentarla sin desprestigio, los periodistas podían recomendarla sin escándalo. Con “Devil in Miss Jones” (El diablo en la señorita Jones, 1973), Damiano dio al porno su máxima manifestación. Entiéndase, en términos artísticos. Maximalismos más palpables no tardarían en llegar.

A causa del gran impacto que significó “Deep Throat" (Garganta Profunda, 1972), su debut, Gerard Damiano fue primero solicitado por la Justicia y después asaltado por la Mafia. Pero mientras los delincuentes tomaban el control de la rentable “Garganta”, su director se reponía espléndidamente en su siguiente película, “Devil in Miss Jones”. En ella, Damiano demostraba tener inusuales ambiciones de estilo sin que ello significara reducir la cuota de carne que el público esperaba encontrar. De hecho, hasta fue aumentada. Sin embargo, la “señorita Jones” no necesitaría del escándalo que gozó la juguetona “Garganta” para volverse un clásico. Sofisticada e inquietante, “Devil in Miss Jones” encandiló a los críticos con la promesa de una pornografía intelectual. “La señorita Jones”, el redentor de un género que nunca creyó en vírgenes.

La acción se inicia de la manera menos sexual imaginable, un duchazo de agua fría para la platea calenturienta. La madura Justine Jones (Georgina Spelvin) se corta las venas y muere desangrada en la bañera. A continuación aparece en una sala donde un funcionario del más allá le informa de la complejidad de su caso para la burocracia celestial. En vista que Justine llevó una vida intachable, incluso murió siendo virgen, merecería naturalmente irse al Cielo. Sin embargo, el hecho de haber acabado sus días suicidándose la pone inevitablemente en lista de espera para el Infierno. Como este será finalmente su destino, en retribución le ofrecen la posibilidad de “ganarse” el Infierno, haciendo que el castigo valga la pena. Regresar a la Tierra y desempeñarse con pasión en un Pecado Capital. Para alegría de todos, Justine elige la lujuria, darse un atracón del placer que en vida no conoció.

Acto seguido Justine inicia su aprendizaje a manos de su “tutor” (Harry Reems) que como primera lección le introduce un dildo en el ano. A pesar del rudo bautizo, el interés de la señora Jones no hace más que crecer. Descubre maravillada las experiencias que ofrece el pene de su tutor. Lo manipula, hace preguntas, le rinde veneración inmediata. La felación es un descubrimiento inevitable, y Justine lo practica como si fuera su inventora en una escena que inclusive hoy es sorprendente. Con dolor y placer Justine pierde su antigua virginidad. En su nueva vida el disfrute carnal será lo único importante. A continuación vemos a la señora Jones pasar lista a las estaciones obligatorias del catálogo porno: un escarceo lésbico, masturbación con frutas, felación a dos bocas, penetración a dos penes y hasta jugueteos con una serpiente. Conmovedor el momento en que Justine se masturba en la bañera, donde antes se había suicidado. El acto, acompañado por una banda sonora épica, tomada de un western, nos muestra un apego desesperado por la vida.

Como estaba previsto, el tiempo de revancha se termina para Justine y su destino es el Infierno. El funcionario intenta aliviarla adelantándole que tal lugar no es como lo pintan. No hay fuego eterno o demonios hundiendo sus tridentes, por el contrario es un sitio tranquilo, donde las almas simplemente esperan. Advertencia: en las líneas siguientes contaré el final. Trasladada al Infierno, Justine aparece en una celda en compañía de un hombre, interpretado por el mismo Gerard Damiano, que vive obsesionado con el sonido de las moscas y en constante miedo. Para la ahora lasciva señora Jones, el infierno será pasar toda eternidad (que deben ser muchos años) con un sujeto absolutamente desinteresado por el sexo. “No puedo hacerlo por mí misma”, le grita desde la angustia y la excitación, luego de fracasar en seducirlo. Justine se masturba infructuosamente en pos de un orgasmo que nunca llegará.

A pesar de estar totalmente adscrita al porno y a su propósito de estimular, “Devil in Miss Jones” es una película de ruptura en el género. Para comenzar, abre con una chocante escena, el suicidio en la bañera, elemento totalmente atípico en un género tan complaciente y predecible. Apostando por hacer un film consistente y no utilizar un pretexto argumental para hilvanar números sexuales, Damiano se toma su tiempo tanto en la contemplación de la muerte como en las celebraciones del placer. El desenlace nos deja una reflexión irónica sobre lo vano que resulta tanto ser casto o lujurioso. Aunque parezca mentira, “Devil in Miss Jones” fue escrita bajo el influjo existencialista de Jean Paul Sartre, concretamente de la pieza teatral “A puerta cerrada” (1967). En esta obra, tres personajes condenados al Infierno descubren que su castigo será permanecer en la misma habitación, soportándose mutuamente por siempre. De aquí la famosa frase, “el infierno son los otros”, sus miradas y nuestra necesidad de aceptación.

Sin lugar a dudas “Devil in Miss Jones” no sería el clásico que es solamente por su buena historia, la otra gran razón es la maravillosa performance de su actriz protagonista, Georgina Spelvin, seudónimo que en el mundo del porno tuvo Michelle Graham. Su elección en el rol principal fue otro elemento de ruptura. Georgina tenía 36 años cuando interpretó a la señora Jones y su cuerpo hoy sólo encontraría vitrina en las producciones “amateur”. Es decir, de una normalidad que el canon pornográfico prefiere evitar. Tal vez por eso, Georgina originalmente fue contratada como cocinera. Con formación actoral, pero fracasada como actriz formal, Spelvin ya había debutado en producciones eróticas empujada por el desempleo. Pero en su paso por la naciente industria porno de los setenta, rápidamente dejó de hacer los almuerzos para convertirse en una de sus figuras más respetadas.

Simplemente, Georgina Spelvin puso su conocimiento actoral al servicio de las exigencias del género. Es justamente esta capacidad lo que hace “Devil in Miss Jones” una película tan potente. Georgina hace verosímil el cambio tan abrupto de virgen a ninfómana. En el trayecto, dejó para sus seguidoras el paradigma de la puta pornográfica: ciega adoración al falo y sus varoniles fluidos, predilección por el coito y magnífica actitud para intentar otras formas de penetración. Pero todo esto, que miles han repetido hasta el cansancio, tuvo en Spelvin la interpretación más convincente y apasionada. ¿Que mejor para excitar al público que hacerles creer que toda aquella voracidad sexual es sincera? Spelvin lo logró a puro pulso, mira tú.

Luego de deslumbrar a los gringos en “Devil in Miss Jones”, la falta de atributos anatómicos no fue obstáculo para que Georgina Spelvin participe en infinitad de producciones posteriores. Hizo apariciones discretas en el cine mainstream, como un guiño para la audiencia pornófila, pero casi siempre en el rol de prostituta, donde suelen encasillar a las actrices XXX cuando intentan cruzar la frontera. Spelvin hizo su última aparición, pero sin sexo, en el remake “The New Devil in Miss Jones” (2005), nueva revisión de este film ya antes manoseado hasta por cinco falsas secuelas, y se retiró a los 47 años, vaya descaro.

publicado por Andrés Mego el 19 julio, 2008

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