Las crónicas de Spiderwick
Luego de ver muchas películas provenientes de una matriz similar, parecería que no quedan palabras que no se hayan dicho ya. Por empezar, Las crónicas de Spiderwick no es la octava maravilla del cine, pero tampoco es una mala película. Sus méritos, sin embargo, se ven afectados por su apego a una fórmula que ya nos agotó completamente en 2007, y aparentemente, todavía no parece cansar a los productores. Algunas escenas, como otras películas estrenadas el año pasado, nos recuerdan inmediatamente a La historia interminable, quintaesencia de la fantasía infantil. Aquella, por supuesto, carecía de los efectos digitales de todas estas, pero al menos poseía algo de originalidad.
Las crónicas… es un producto que entretiene, con un buen diseño de producción, una sumatoria excesiva de clichés y un espíritu conservador que oscurece todo el relato familiar (el hombre que, obsesionado por sus descubrimientos, abandona a su hija, y el niño enfurecido con un padre que ha dejado su familia para iniciar su vida con otra mujer, son solo algunos de los aspectos poco inocentes de la historia). El mundo mágico está bien construido y los efectos contribuyen, pero el mensaje explícito y esa horrible sensación de lo “demasiado visto” arruinan el entretenimiento. Sólo quedan unos desaprovechadísimos Nick Nolte y David Strathairn, y al pobre de Freddie Highmore, después del plomazo sensiblero August Rush, encabezando otro producto con olor a bodoque, esta vez por partida doble. Se ve que el niño es un buen actor, por ende no cabe duda que, una vez que abandone el “envase familiar”, lo veremos en películas no tan olvidables.