El presupuesto contaba con 40 millones de dólares, el equipo técnico era brutal (Carlo Rambaldi entre otros) y la idea era realizar una adaptación muy rigurosa de la novela. La cosa podía haber salido muy bien, pero no fue así.

★★☆☆☆ Mediocre

Dune

Allá por los años 70’s la adaptación de Dune, la famosa novela de ciencia ficción de Frank Herbert, cayó en manos de Alejandro Jodorowsky, un cineasta, guionista de comics y psicomago, que prendía hacer un filme transgresor y esotérico en compañía de los que él proclamaba sus cinco samuráis; grandes hombres de arte como Orson Welles, Salvador Dalí, Chris Foss, la banda de rock Pink Floyd y H. R. Giger, que trabajarían bajo la batuta de Moebius. La productora, ante lo que prometía ser un libertinaje artístico de órdago, se acobardó y abandonó el barco.

Años más tarde el proyecto fue retomado por la compañía Dino de Laurentiis, que pretendía aprovechar el filón abierto por La guerra de las galaxias (1977), el director elegido para la tarea, tras la previa negativa de Ridley Scott, fue David Lynch (que no es Jodorowsky, pero poco le falta). La decisión resulta algo chocante vista hoy en día, pero hay que recordar que por aquel entonces Lynch acababa de marcarse un buen tanto con El hombre elefante (1980), una cinta nominada a ocho Oscar y cuyo éxito comercial propició que le ofrecieran la realización de El retorno del Jedi (1983), película que finalmente rechazó.

El presupuesto contaba con 40 millones de dólares, el equipo técnico era brutal (Carlo Rambaldi entre otros) y la idea era realizar una adaptación muy rigurosa de la novela. La cosa podía haber salido muy bien, pero no fue así. Tras el duro rodaje en Méjico los productores quedaron muy descontentos con la larga duración del metraje (más de tres horas), por lo que decidieron desarmar el invento, eliminar varias escenas e incluir otras nuevas que simplificaran la trama. Hubo mucho intervencionismo por parte de Dino de Laurentiis y de su hija Raffaella, cierto material no llegó nunca a postproducción y finalmente la película quedó en los 137 minutos que todos conocemos. El resultado no se hizo esperar; el fracaso en taquilla fue absoluto y el crítico Roger Ebert la calificó como la peor película del año, y eso que en 1984 también se estrenó Rhinestone, cinta en que Dolly Parton da clases de canto a Sylvester Stallone.

Ya han pasado más de veinte años y Dune aun sigue buscando su sitio, reivindicada por unos y vilipendiada por otros. Es una de esos filmes difíciles de catalogar, se debate entre las excesivas explicaciones que necesita la historia para funcionar y la fascinación que siente la película por explicarse mal. Pensemos, por ejemplo, en el uso abusivo que hace de la voz en off. Algo que el cine normalmente relega a personajes principales aquí es de dominio público, y aunque al principio parece formar parte de la atmósfera enrarecida del filme, a la larga se convierte en un tic totalmente irritante. Sumemos a esto dudosas elipsis argumentales, subtramas explicadas a medias, sobreentendidos inexcusables y un considerable exceso de información, ¿qué tenemos? Una patata de más de 40 millones de dólares.

Hay paralelismos entre ella y el Watchmen (2009) de Zack Snyder, ambas no son efectivas a nivel narrativo, intentan comprimir una obra monumental de manera equivocada y significan más para los que ya están familiarizados con el universo del que provienen.

La historia es el típico enfrentamiento entre el bien y el mal aderezado con intrigas palaciegas, reminiscencias bíblicas y un protagonista a lo Lawrence de Arabia. La acción se sitúa en un trasfondo galáctico muy concreto, una especie de Edad Media espacial donde se barajan conceptos tan extravagantes como la cofradía, el Kwisatz Haderach, la Jihad, las Bene Gesserit, los Fremen y la especia. Hay una leyenda, un elegido, dos clanes rivales y mucha confusión.

Dune es sobre todo una película atmosférica, lo mejor es la puesta en escena. Personajes extraños se pasean por colosales naves espaciales de aspecto majestuoso e inhumano, a su alrededor se expande el universo, un lugar frío, oscuro y abisal. El único mundo que visitamos es Arrakis, el Dune del título, un planeta desértico habitado por monstruosos gusanos gigantes. Todo es irreal y Lynch lo filma de manera lenta y contemplativa, aunque parte del tono se pierda en las escenas de acción.

Recuerdo haberla visto en varias ocasiones, algunas con extrañeza y otras con aburrimiento. Ahora la trama está bastante clara en mi cabeza, pero no siempre fue así, sin embargo hay varios momentos que se me quedaron grabados desde el primer instante, como la increíble sensación de cabalgar un gusano gigante o la malévola risa de un gordo flotante empapado en sangre. Sin duda ha calado hondo en el imaginario colectivo y esto se nota en películas como Bitelchús (1988), Temblores (1990) o Southland Tales (2006).

Se ha creado mucha leyenda alrededor del filme, pero Lynch nunca ha hecho declaraciones al respecto. Actualmente existen al menos cinco versiones distintas, todas ellas de variado metraje y contenido. Una en concreto fue realizada para la televisión estadounidense y dura aproximadamente tres horas, en ella Lynch pidió ser eliminado de los títulos de crédito, por lo que la dirección fue atribuida a Alan Smithee y el guión a Judas Booth. Los más cinéfilos ya sabrán de donde proviene el primer nombre. El segundo es una combinación de Judas, el traidor de Cristo, y John Wilkes Booth, el asesino de Lincoln. Que cada uno saque sus conclusiones.

La frase: “La especia debe manar.”

La frase 2: “Dios creó Arrakis para adiestrar a los creyentes, nadie puede ir contra la palabra de Dios.”
Lo mejor: Su imaginario visual.
Lo peor: Su narrativa confusa.
publicado por Cecil B. Demente el 19 septiembre, 2009

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