Cosas que perdimos en el fuego
Es asombrosa la capacidad que tiene la industria de Hollywood para atraer con sus cantos de sirena a cineastas de cualquier parte del mundo reconocidos por su calidad y su sello personal. La semana pasada teníamos el ejemplo de Isabel Coixet, y en ésta nos encontramos con la directora danesa Susanne Bier, autora de la más que interesante Hermanos, de la cual por cierto, Jim Sheridan ya está preparando un remake “rejuvenecido” (la protagonista en vez de ser Connie Nielsen es Natalie Portman).
El problema, es que la atracción de Hollywood también se asemeja a los cantos de las míticas sirenas en el desenlace fatal que acarrea para todos aquellos incautos que caen seducidos bajo el hechizo. Si antes el precio a pagar era naufragar contra los acantilados, hoy en día es poner fin o hacer peligrar seriamente toda una carrera. Cosas que Perdimos en el Fuego sufre todos los defectos del cine de Susanne Bier, su lentitud y hasta cierto punto de pesadez y pretenciosidad, pero no posee ninguna de sus virtudes, que se encontraban siempre en su sólido guión, con historias conmovedoras y desgarradoras y unos personajes bien construidos. Todo esto es lo que le falta a Cosas que Perdimos en el Fuego. La historia, que peca de pretenciosidad y falta de humildad, no llega a emocionar a una audiencia demasiado preocupada en poder seguir el hilo de una trama salteada, gracias al desastroso montaje de la primera hora del film. Una vez asentados, la historia de estos dos personajes unidos por las desgracias, además de sonar a algo ya visto con anterioridad, simplemente, aburre. Sólo la presencia del siempre incomensurable Benicio del Toro logra levantar el ánimo del espectador.
Cosas que Perdimos en el Fuego es un perfecto ejemplo de cómo la industria de Hollywood puede atraer, devorar, digerir y escupir a una cineasta antaño conocida y respetada por su talento a la hora de contar historias intimistas. Y de propina, clavarle un puñal por la espalda en forma de remake imposible de uno de sus títulos más celebrados. Como dijo aquel, ¡eh!… esto es Hollywood.