Visitor Q es una contundente crítica a nuestra sociedad actual, y uno debe ir más allá de la mera provocación visual, escudriñando en el mensaje que su director quiere enviarnos a través de su particular orgía de excesos.

★★★★★ Excelente

Visitor Q

Del año 2001 y protagonizada por Kenichi Endo, Fujiko, Jun Moto, Shoko Nakahara, Ikko Suzuki, Shungiko Uchida y Kazushi Watanabe, Visitor Q es una muesca más en ese particular revólver que Takashi Miike dispara con cada una de sus propuestas.

En esta ocasión, el prolífico cineasta nipón cuenta la historia de una familia completamente disfuncional, en la que un padre mantiene relaciones sexuales con su hija menor de edad, el hijo maltrata brutalmente a su madre, y ésta se encuentra enganchada a la heroína para poder sobrevivir al día a día. Pero todo cambia cuando un extraño, al que conoceremos tan sólo bajo el nombre de Visitor Q, agrede con una piedra al cabeza de familia y termina formando parte de ésta.

Tras la habitual cámara en formato casero de Takashi Miike y su facilidad para herir sensibilidades y llegar a un paroxismo enfermizo que a veces tan sólo él parece llegar a comprender, Visitor Q esconde una fiera crítica a nuestra sociedad del bienestar, mostrándonos a través del extremo el desmoronamiento del utópico estamento familiar de la sociedad occidentalizada.

Y es que Visitor Q podría incluirse entre las tres mejores películas de este controvertido director, capaz de ofrecernos títulos tan dispares como la trilogía Dead or alive, la lyncheana Gozu, el musical zombie La felicidad de los Katakuri, la cruel historia de amor de Audition, la bellísima The bird people in China, la desfasada Yakuza demon, sus particulares tributos al western (Sukiyaki Western Django), al género de los superhéroes (Zebraman) o la cultura popular (La gran guerra Yokai), o sus muchos referentes al mundo yakuza y al gore, como podrían ser Ichi the killer, Cementerio yakuza o Huella.

Amado y odiado por igual, lo que está claro es que Takashi Miike no deja a nadie indiferente con su extensa filmografía, y Visitor Q no iba a ser la excepción: incesto, necrofilia, maltrato físico y psicológico… Todo esto y más es lo que el espectador hallará en Visitor Q, si bien uno debe ir más allá de la mera provocación visual, y escudriñar en el mensaje que su director quiere enviarnos a través de su particular orgía de excesos.

Como decía algo más arriba, Visitor Q es una contundente crítica a nuestra sociedad actual, donde un padre incapaz de erigirse como cabeza de familia permite que su hijo maltrate brutalmente a su madre, del mismo modo que se deja vejar (literalmente) laboralmente. Por su parte dicho hijo, fanático del orden y la higiene, maltrata a su madre porque él mismo es víctima del acoso escolar, y la madre cae víctima de la droga como único medio para olvidar sus males y, en consecuencia, debe prostituirse para poder permitirse dicha adicción.

Así pues, todo está relacionado, y por ello aparece Q, la voz de la conciencia, para hacer reaccionar al cabeza de familia. ¿Cómo? Pues pegándole una pedrada tras otra en la cabeza, ¿cómo si no? A partir de aquí, y como ya ha acontecido en otras películas de Miike como La felicidad de los Katakuri, el surrealismo consecuente a la violación necrofílica del padre a su jefa servirá como excusa para reunir a la familia. Antes, por ello, la madre descubrirá a través de Q el placer procedente de la extracción de la leche materna, cuyo significado no es otro que el redescubrimiento de su faceta maternal. Por ello, y no por ningún otro motivo, Visitor Q finaliza con la familia al completo bebiendo de sus pechos.

Pero Takashi Miike no se conforma con eso, y se sirve de la figura del padre para criticar también tanto a los medios de comunicación como a la obsesión por el trabajo: así pues, el padre de familia, quien perdió su empleo tras dejarse introducir en directo un micrófono vía anal, hará lo que haga falta para volver a trabajar como reportero, y si la filmación del maltrato escolar que su hijo sufre es el medio escogido, pues bienvenido sea. De este modo, vemos a un padre que ignora el dolor de su hijo y, por ende, el de su propia esposa, en beneficio de su posición social, tratando de vender el reality show más enfermizo del mundo de la televisión, sin duda, un éxito sin igual en el prime time de una sociedad aburguesada que disfruta con el dolor ajeno.

Todo esto y más es lo que nos ofrece Visitor Q. Para algunos, una aberración, para otros, una genialidad. Yo estoy con los últimos.
publicado por Oscar Martínez el 14 abril, 2008

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