Pajaros de papel
¡Qué diferente este Imanol Arias del otro de Cuéntame cómo pasó! Éste es auténtico, en la serie se le veía falso. Eso es lo que pasa cuando un actor cree en su trabajo. En Pájaros de papel Imanol convence. A los buenos cómicos si les dan un buen guion lo bordan, igual que Lluis Homar y Carmen Machi ¡vaya trío!
Pájaros de papel es una intrahistoria de cómicos, una historia de tramoyas, pero con la singularidad de que la acción transcurre durante la peligrosa posguerra española, en esa España apaleada donde se vigilaba y castigaba a todo sospechoso de no estar de acuerdo con la dictadura franquista. Y sospechosos eran casi todos, los maestros, los periodistas… los cómicos y a veces hasta los banderilleros como los dos que fusilaron con García Lorca.
La historia de una sociedad, de un país o un pueblo no es sólo la de sus héroes y sus ilustres prohombres, es también la de sus cómicos, es sobre todo la de la gente corriente, como los cómicos, esa profesión que estuvo tan poco valorada hasta hace poco pero que nos ha mostrado en cada momento nuestras miserias y alegrías con honestidad. Por lo pueblos iban los cómicos sacando una sonrisa a la pobreza, colocando nuevos horizontes a la melancolía, plantando árboles de ilusión en la desesperanza. Tarea que empezaron en la II República agrupaciones como La Barraca de García Lorca y que se continuó en plena época franquista contra viento, marea, los falangistas y la Guardia Civil.
Emilio Aragón, descendiente de varias generaciones de legendarios payasos, es una de las personas más indicadas para recrear el triste capítulo de la historia nacional, amenizada, sufrida, maquillada, exhibida, por el arte dramático en los años de posguerra. La película no es un biopic de la saga de los Miliki, pero tiene mucho de la familia Aragón. También sus abuelos eran cómicos, también padecieron la posguerra, también tuvieron que huir a la Argentina.
En este tipo de películas no se puede hablar de la fotografía, ni del sonido, ni del montaje, todo está en función del argumento.
Si se le quiere poner alguna pega podría decir que la primera media hora la encontré un poco lenta, tal vez le sobran quince minutos, después adquiere un ritmo trepidante que no nos abandona hasta el final. El espectador vuelve a la realidad, a la tranquilidad de su butaca, en los cinco minutos finales, cuando la España actual le rinde un homenaje al viejo payaso. Pájaros de papel tiene uno de los finales más emotivos del cine español de los últimos años que creo que se recordará siempre.