La jungla humana no es el mejor filme de los cinco en que trabajaron juntos Eastwood y Siegel, pero es una buena película de acción que además fue un momento clave en la carrera de Clint.

★★★☆☆ Buena

La jungla humana

Siendo todavía jovencito y en una sesión de madrugada me sorprendió ver a Clint Eastwood conduciendo un jeep o pasear rodeado de rascacielos. Hasta entonces había asociado a Clint con el western, las espuelas y los ponchos. Harry el Sucio aún no había entrado en mi vida, con lo que La jungla humana resultó una pequeña sorpresa.

Sin embargo, para Clint Eastwood La jungla humana resultó algo más que un cambio de registro o de género. Esa película significó para el actor el encuentro con la que sería su mayor guía en la forma de hacer cine, además de un amigo y un director con el que inició una fructífera relación. A finales de los 60 Don Siegel hizo su entrada en la vida de Eastwood. Su influencia fue más allá incluso que la que el propio Leone tuvo en el californiano. 

El actor había aceptado participar en una producción de la Universal que iba a ser dirigida por Alex Segal. Debido a las diferencias con los productores el director fue despedido. Cuenta Siegel que Eastwood había pedido trabajar con Don Taylor, pero que un error llevó a que el estudio le contratara a él. Clint conocía un par de trabajos de Siegel que le habían gustado (La invasión de los ladrones de cuerpos era una de ellas), con lo que fuera o no un error, la sustitución fue de su agrado.

Siegel le comentó que había visto sus trabajos con Leone y que le encantaban, y aunque al principio tuvieron sus diferencias, durante la preparación del filme actor y director se hicieron amigos. Comenta Siegel que tras pasar un fin de semana en la casa de Eastwood, donde “hablaron de todo menos de cine”, ambos vieron que tenían mucho en común.

Por su parte, Eastwood comenta que con Siegel aprendió a saber qué rodar y ser consciente de ello a la hora de rodar. También admiró la forma en que el director se ceñía al presupuesto y las fechas de rodaje, una cualidad rara en Hollywood, y que ha sido una de las constantes de Clint como director, quien no suele rodar más de dos o tres tomas para una escena. “Si no lo puedes hacer en tres strikes, quizás es que no deberías jugar en las ligas grandes”.

“Clintus” y “Siegelini”, como se apodaron cariñosamente el uno al otro, se convirtieron en grandes amigos y aprendieron el uno del otro. Siegel tuvo en Eastwood a un actor fetiche cuya profesionalidad y ausencia total de divismo conectaron con la forma simple de trabajar de Siegel, que además acogió con agrado la aparente inexpresividad de Clint, mientras que el actor aprendió de Siegel cómo rueda un artesano del cine y la forma en que uno puede llegar a plasmar su personalidad o su visión de la vida en las películas que se dirigen, aunque sean encargos o trabajos comerciales. 

Walter Coogan es el ayudante del sheriff de un pequeño pueblo de Arizona que trae de cabeza a su viejo jefe. Como pequeña lección el sheriff le envía a cumplir un trabajo ingrato: viajar a Nueva York para trasladar a un peligroso criminal, James Ringerman, de vuelta a Arizona. Al llegar a la gran ciudad queda patente que Coogan es un extranjero, un hombre de provincias al que los taxistas engañan y los dueños de hoteles cobran por no considerar equipaje a un pequeño maletín (“Hay por ahí un taxista que no piensa lo mismo”, dice Coogan). Además, los métodos directos del ayudante del sheriff contrastan con los del teniente McElroy, que se toma las cosas con calma en medio de la típica ajetreada comisaría neoyorquina. McElroy le comunica a Coogan que tendrá que esperar unos días hasta que Ringerman sea dado de alta en el hospital, donde ha sido ingresado tras un viaje de LSD. El impaciente Coogan se saltará las normas y tratará de llevarse al prisionero, pero con la ayuda de la novia de éste, Millie, Ringerman se evadirá. Comenzará entonces una incesante búsqueda de Coogan por toda la ciudad, al margen de la propia Policía de Nueva York, mientras al mismo tiempo trata de llevarse a la cama a Julie, una bella asistente social.

La jungla humana presentaba a un Eastwood a medio camino entre el vaquero que había interpretado tanto en televisión como en cine (la recurrente broma en la película sobre la procedencia de Coogan no es gratuita) y el inspector de policía que en unos pocos años iba a darle su mayor éxito y la posibilidad de ponerse tras la cámara. El ayudante Coogan, con sus botas de cowboy y su sombrero tejano, es parco en palabras y aprovecha cualquier ocasión si ello le beneficia, como el Hombre Sin Nombre. Sus particulares formas de ejercer la justicia y el conflicto con sus superiores le entroncan directamente con Harry Callahan. En 1968 el policía definitivo para el fin de siglo había comenzado a nacer.

El filme está repleto de formidables peleas (como era ya tradición por aquella época, el personaje de Eastwood recibe una buena paliza) y escenas de acción trepidante, como esa persecución de motos (el equivalente de Bullitt en dos ruedas) que para contrariedad del actor tuvo que aceptar ser doblado en los momentos más peligrosos. Por otro lado el que Coogan se mueva fuera de su elemento provoca varias situaciones curiosas y humorísticas que proporcionan breves descansos al espectador de la trama principal. La misma función tienen las escenas románticas de Coogan con Julie, que retratan por otra parte al policía de Arizona como un machista aprovechado pero dotado de gran sex appeal.

Algunos momentos de La jungla humana no han aguantado bien el paso del tiempo. Me refiero sobretodo a  las escenas de Coogan en el templo hippie, típicas de aquella época inmersa en la cultura ye-ye, con música rock estándar y una confusión de imágenes y sombras en movimiento tan del gusto de la juventud de aquella época. Además se incluyen unos cuantos desnudos gratuitos pensando también en el público moderno al que estaba dirigida la cinta. Como pequeña broma Siegel incluyó en una de las tomas de los fondos que se proyectan en el club una imagen de la película de Serie B Tarántula, en la que Eastwood tuvo un pequeño papel. Vistas hoy en día esas escenas arquetípicas del mundo hippie resultan algo chirriantes. Como curiosidad, destacar que el negro de la navaja que se sienta junto a Millie en el club es Albert Popwell, el carismático actor que sería habitual en la saga de Harry el Sucio. 

La jungla humana no es el mejor filme de los cinco en que trabajaron juntos como actor y director Eastwood y Siegel, pero es una buena película de acción que además es un momento clave en la carrera de Clint

Además del propio Clint destaca la labor del formidable secundario Lee J. Cobb interpretando al serio y parsimonioso teniente McElroy, mientras que el futuro amigo de Mike Hammer interpreta a Ringerman. La sexy pelirroja Susan Clark (este comentario es casi incestuoso. ¡Estamos hablando de la dulce madre de Webster!) es la asistente social Julie.

Eastwood, aparte de su amistad y aprendizaje junto a Siegel, extrajo además de la película a un futuro colaborador de su Malpaso durante los 70 y los 80: nada manos que al compositor Lalo Schifrin

publicado por Moebius el 26 febrero, 2008

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