Sweeney Todd
No es exagerado si afirmamos que Tim Burton es uno de los más interesantes y valientes directores del cine contemporáneo, capaz de mantenerse siempre fiel a un estilo y temática propia. Su cine más personal suele estar muy reconocido (tanto por público como por una mayor parte de la crítica), pero en cuanto a los numerosos encargos que ha dirigido (de los cuales cabe decir que no están exentos de su toque personal y sus obsesiones), se puede decir que hay un poco de todo: films maravillosos como “Batman“, “Sleepy Hollow” o “Charlie y la fábrica de chocolate“, obras notables pero irregulares como “Big Fish” u otras perfectamente olvidables como podría ser su versión de “El planeta de los simios“.“Sweeney Todd“, entraría dentro del segundo grupo (recalcando que para un servidor, ésta es muy superior a la película de Ewan McGregor), porque aunque resulte un film notable con un sobresaliente acabado tanto formal como técnico y sea una de las mejores cintas del año, no impide que esté llena de momentos irregulares y detalles a pulir, seguramente muchos de ellos culpa del origen teatral.
Uno de los mayores problemas que veo en la cinta del amigo Tim es la sobredosis de canciones que le da al espectador y el preocuparse en exceso de trasladar el musical original teatral a la pantalla. Ello hace que en en el film se puedan vislumbrar altibajos de ritmo y pasajes ciertamente mejorables, como la historia de amor paralela entre Johanna y Anthony, que particularmente creo que está cogida con alfileres.
A pesar de ser un musical empalagoso para una mayor parte del público, los mismos que echan pestes de joyas como “No es país para viejos“, el riesgo de la propuesta de Burton es sin lugar a dudas una de las mayores virtudes que tiene la cinta. Si bien es cierto, algunas de las canciones no contienen la fuerza necesaria -musicalmente hablando- para hacer vibrar al espectador más exigente del género, pero sí en cambio poseen unas letras y un contenido realmente trabajado, siniestro, tenebroso y con muchos toques de buen humor negro.
Y es que con este film, volvemos a tener un obra puramente burtoniana en ese sentido, y nos encontramos con grandes dosis de humor entre negro y macabro ciertamente divertidísimas (ver escena del primer encuentro entre Todd y Mrs. Lovett por ejemplo) . Burton como ya hiciera en tantas otras películas, aquí también encuentra un lugar para el humor más sucio y radical. Y le funciona perfectamente.

Narrativamente la cinta es titubeante, por momentos parece ágil y eficaz, pero en otros tramos demasiado reiterativa o sin importancia (sobre todo los pocos minutos dedicados a la relación de amor entre los dos jovenes y la forma en que está llevada la misma). Pero en general, su ritmo es trepidante, como ser costumbre en Burton y su poder visual irrefutable.
“Sweeney Todd” posee una de las mejores fotografías vistas durante esta temporada, con unos colores plenamente apagados y grisáceos (rozando en ocasiones el B/N) que describen perfectamente el Londres de la época. Únicamente, entre esa tenebrosa y apagada fotografía, resalta el color rojo de la sangre, como algo verdaderamente significativo en la trama. La fotografía del polaco Dariusz Wolski, unida al remarcable vestuario, a un maquillaje propio del cine clásico de terror y a un majestuoso diseño de producción de mi querido Dante Ferretti, hace que el espectador se transporte literalmente hacia la calle Fleet con resultados visuales ejemplares.
Uno de los mayores alicientes a la hora de ver los films del tito Burton es siempre las actuaciones de sus protagonistas. Es bien sabido su excelente labor en la dirección de actores y en este caso, el trabajo realizado roza la maestría. Johnny Depp (¿Hace falta decir que es el mejor actor del momento?) nos regala otro de sus personajes carismáticos, llenos de fuerza y carácter. Una creación magistral llena de matices y que en definitiva se erige como el mejor cantante de la cinta , pues los secundarios no están muy a la altura en este apartado. Sobre Helena Bonham-Carter, como siempre en las pelis de Burton, espléndida, muy suya jeje. Remarcable también es el pequeño pero jugoso papel de Sacha Baron Cohen, que consigue con su personaje en 10 minutos mucho más que un aquilosado (y peor cantante) Alan Rickman (y eso que me encanta este actor, pero en este film no da demasiado el callo como villano, le falta garra).
Algo que me encanta de la cinta es el riesgo y la valentía de presentar una cinta como esta así: sin ningún tipo de concesión y con sangre a raudales, violenta como pocas y despiadada. Warner y Dreamworks posiblemente sean de las pocas compañías que se arriesguen (y de esta forma) en Hollywood, sin ir más lejos recuerden la arriesgadísima cinta de Andrew Dominik. Que aprendan otras como Sony o Fox …

Otro elemento muy bien tratado es el tema de las chuchillas de afeitar, un guiño no aposta (por su original teatral) a nuestro queridísimo “Eduardo Manostijeras“. Pero mientras Edu usaba las tijeras (sus manos) para hacer el bien (cortar el pelo, construir figuras de hielo, cortar setos,..), Sweeney usa sus cuchillas (la prolongación de sus brazos) para matar y saciar su sed de venganza. Eduardo nunca se sintió completo debido a sus tijeras, era un monstruo inacabado e infeliz, pero ya nació monstruo. En cambio Sweeney, ha sido creado, es fruto de la injustícia y la ira, sería lo mismo que comparar a Frankenstein con Edmundo Dantés. Sweeney solo se siente completo cuando sujeta las cuchillas con sus manos, que las considera como una prolongación de sus brazos. Un personaje tremendamente rico.
Una notable y siniestra película, excelente en lo técnico y lo artístico, con un final apoteósico lleno de ketchup (y del bueno), pero irregular en algunos tramos y sobrecargada de canciones debido a la “obligación moral” de respetar el original teatral. No se la pierdan, eso si, tápense que salpica!!