ComenzÓ en el trÓpico
Adaptación de la obra de teatro “Burlesque”, de George Manker Watters y Arthur Hopkins, a cargo de la “fábrica” de comedias de la Paramount regentada por el todopoderoso Adolph Zukor. La cinta, en efecto, arranca como una comedia romántica con una secuencia muy bien rodada a base de picados y contrapicados donde los protagonistas se encuentran en el Canal de Panamá: Maggie (la gran Carole Lombard) viaja en un crucero como peluquera ocasional y cuando su barco atraviesa una de las esclusas del Canal conoce a Skid (Fred MacMurray), un soldado americano próximo a licenciarse. Skid, en tierra, ve a Maggie asomada por un portillo y comienza a hablar con ella mientras el buque baja de nivel como consecuencia de la salida de aguas de la esclusa. Maggie “desciende” hasta el nivel del soldado, y más abajo, en una escena singular que promete futuras situaciones cómicas.Sin embargo el filme cambia de género para pasarse al musical en el momento en que descubrimos que Skid es un virtuoso de la trompeta. Pero la mutación es transitoria: la película se transforma definitivamente en melodrama cuando interviene un tercer personaje (Dorothy Lamour) que vuelve inestable la relación entre Maggie y Skid.

El largometraje no llega a funcionar del todo en el aspecto musical debido a que el director, Mitchell Leisen, interrumpe los números con insertos aburridos de personajes secundarios. Además no le perdonamos que la chica “mala” de la película sea nuestra querida Dottie Lamour. Un encanto, como siempre, en sus actuaciones, con una especie de trikini que no deja ver bien el director y sus excesos con el atrezzo. Y es que Leisen abarrota los espacios hasta volverlos angustiosos cuando la trama no persigue esa intención. En algo tenía que notarse su paso previo por las labores de decoración, pero no queda bien esa especie de ambiente exótico forzado a lo Von Sternberg cuando se suceden las mejores secuencias musicales. Pero no sólo falla el director, también lo hace Fred MacMurray, sobre todo cuando simula tocar la trompeta. Da la impresión de que no sabe que hay que soplar para que suene el instrumento. Y lo malo es que la trama exige que toque casi todo el tiempo.
De Swing High, Swing Low nos quedamos con la primera parte, con el encuentro en el Canal y la pelea del bar (atención a un jovencísimo Anthony Quinn), con la encantadora Carole Lombard y la delicia de un par de números a cargo de Dorothy Lamour. Y con una escena muy bien planificada, fotografiada y rodada por Leisen. Un encuadre prácticamente fijo que se repetirá hasta tres veces -el plano lo merece- para marcar la estructura narrativa de la cinta: Fred MacMurray abraza a Carole Lombard mientras interpretan el tema estrella de la cinta.