Shrek Tercero
Este fin de semana tuve la ocasión de ver al fin una película a la que le tenía ganas: Shrek Tercero, la tercera parte de la trilogía que había empezado de forma brillante y que en su segunda parte sorprendió con algunos nuevos personajes sobresalientes como un gato con botas excepcional doblado con mucha gracia por Antonio Banderas. Sin embargo la tercera parte nunca debió llevarse al cine, y es un ejemplo claro de que por muchos esfuerzos técnicos que haya de por medio, el guión de una película lo es todo.
La historia de Shrek Tercero vuelve a aprovechar los cuentos de toda la vida para entremezclar a sus personajes en el argumento, pero en esta ocasión los secundarios que entran en escena – prácticamente todos los protas de los cuentos de nuestra niñez – no aportan nada demasiado interesante, y lo que es peor, no ayudan demasiado en el desarrollo de una historia que parece ser un intento por rizar el rizo de las dos primeras partes. Shrek está tan bien conseguido que a veces parece que hubiera un actor detrás al que simplemente hubieran luego modificado con el programa de edición: la sensación de animación casi se pierde en algunos momentos, y ni siquiera Asno o el Gato con Botas logran salvar con sus chistes (algo pobres) un guión que es realmente triste.
Tanto es así que ni siquiera terminé de verla, y eso es algo que una película de esta envergadura no debería haber logrado. Ya hablé en el pasado de la animación española y de cómo una película muy publicitada entonces en los telediarios (la patética “El sueño de una noche de San Juan“) demostraba que por muy bueno que sea el equipo – y el de aquella peli era también muy pobre en su ejecución – sin guión no tienes nada. Deberían haber dejado a Shrek tranquilo. Igual que a Neo y a la fabulosa Matrix, cuyas segunda y tercera partes jamás debieron haber existido.