Peligrosa mezcla entre géneros en la que la técnica, que perfecciona una idea ya existente, se antepone a la formalidad de un guión fundamentado en endebles premisas de fácil destrucción. Patético terror engañoso construido a base de Dogma y apagones

★★☆☆☆ Mediocre

Rec

¿A quién no le asusta estar encerrado en un edificio, sin posibilidad de contactar con el exterior y enfrentado a una amenaza tan real como incomprensible? A mí, desde luego, mucho. ¿A quién no le sobrecoge recibir una historia a través de una cámara de televisión que filma espeluznantes figuras con visión nocturna?

 

Pues ahí está el único secreto del éxito desbordante de [REC]. Una película atípica que funciona más como “pasaje del terror” que como cinta convencional, y sólo en sus últimos minutos. En éstos, bajo el estandarte de “vamos a pasar miedo”, los apagones de luz se suceden, los movimientos de cámara se hacen todavía más mareantes, la limitada profundidad de campo se vuelve inexistente, las pérdidas de sonido son frecuentes, la histeria colectiva –no siempre justificada- alcanza cotas que rozan la taquicardia, la irrisoria serenidad desaparece, y emerge un acertado juego de sombras y luces.

 

Pero el problema de [REC] es que esta parte –sin duda alguna, brillante-, no encaja dentro del todo que la contiene. Para llegar a esta situación y creérsela, el espectador tendrá que hacer un esfuerzo sobrehumano para pasar por alto un cúmulo de imprevistos  y despropósitos inadmisibles que configuran el guión.

 

Es en ese punto en el que todo hace pensar que éste estuviera concebido para ser vendido a la industria norteamericana. Allí es más que habitual que la policía siempre llegue tarde y que el gobierno, sistemáticamente, ponga en peligro la vida de sus ciudadanos, dando paso a las intervenciones heroicas individuales. Incluso en historias basadas en hechos reales, se hace patente una descoordinación y una confusión que alarman. Pero, ¿todo eso sucede en este país?. ¿Aquí se activaría un protocolo antiterrorista de manera unilateral, en el que las autoridades sanitarias actuaran bajo su propio criterio sin el conocimiento del resto de cuerpos que componen la seguridad del Estado?. Habría sido más sensato omitir el lugar en el que se desarrolla la acción, puesto que la improbabilidad de las respuestas se acerca a la ciencia ficción más asombrosa, en la que el aislamiento forzoso alcanza a los sistemas de comunicación y los móviles pierden la cobertura. Se mire como se mire, es como aquel viejo chiste: “tú lo que quieres es que me pille el toro”.

 

Esa burda mezcla entre géneros siempre fue más peligrosa que los perros rabiosos que transmiten virus letales a través de la saliva. Pero no contentos con crear una situación inverosímil hasta para quienes nos creímos Resident Evil o 28 Días Después, los guionistas se permiten el lujazo de insertar un episodio de “Aquí no hay quien viva”, en el que un grupo de “aterrados” vecinos (y motivos no les faltan para estarlo), se preocupa más de salir bien peinado ante la cámara y de criticar los hábitos alimenticios del señor que vive en el cuarto derecha, que de su propia integridad y supervivencia. Lo increíble roza la tomadura de pelo mientras los expertos hablan de “crítica mordaz a los problemas interculturales”, mientras las interpretaciones y la dirección de actores dejan muchísimo que desear.

 

El inicio de este desaguisado lo encontramos en un parpadeo escalofriante de “Filmax”, augurio de pesadillas. Después, la ausencia de títulos de crédito parece indicar que los directores podrían estar “desacreditados” en este Proyecto de Blair rodado con cámara al hombro, sin música, con fotografía imposible tomada en condiciones de bajísima intensidad de luz, en un “aquí y ahora” sin saltos temporales ni espaciales. Si no fuera por los puntos 6 y 8, la aparición de armas y la exclusión explícita de “películas de género” (que alguien me diga una sola película que no pertenezca a ninguno), nos encontraríamos ante un “filme Dogma”; en el que, lógicamente, obviamos el resto del decálogo 95, ése que ni sus propios fundadores han cumplido.

 

Decía “Dios” que “dirigir es un placer y escribir es un rollo”. Quizás, por ese motivo, los guiones de cine sean más dignos de alabanza que las propias técnicas de rodaje. En cualquier caso, la segundas nunca deberían prevalecer sobre los primeros. Se da el caso, además, de que Jaume Balagueró (una de mis grandes debilidades) aprueba con sobresaliente en ambas materias. Los Sin Nombre es, sin duda alguna, la mejor película de terror que se ha rodado en este país. Los guiones de historias como Frágiles o Darkness, -que tan buenos momentos nos han hecho pasar a los amantes del género-, superan todos los patrones americanos para convertirse en el futuro del cine que queremos ver. La concepción de [REC], sinceramente, decepciona.

 

Todo lo cual nos lleva al convencimiento de que lo único terrorífico de esta película son las colas kilométricas que se han de superar en los cines albaceteños, para caer en un lateral de la fila dos y soportar ochenta y cinco minutos de cámara al hombro.  Pablo, ¡graba todo esto, por tu madre!.  

publicado por Bruji el 5 diciembre, 2007
también incluída en el especial Sitges 2008

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