La mejor baza del film es un notable trabajo de montaje y el uso del conjunto para crear una atmósfera inquietante de principio a fin.

★★★★☆ Muy Buena

La invasión de los Ultracuerpos

La invasión de los ladrones de cuerpos, firmada por Don Siegel (1956), ya era un notable cuento de terror con implicaciones sociológicas, inspirado en un determinado momento del periodo de la guerra fría y la neurosis colectiva provocada por el senador McCharty. Aquella película jugaba con una idea que afecta a un temor tan universal y hondo como el miedo a perder el alma (o descubrir que nuestros seres cercanos, de repente, han dejado de ser ellos mismos), o – utilizando un lenguaje libre de connotaciones religiosas – de perder la humanidad. Esta resuelta con pocos recursos económicos pero gran talento a la hora de utilizar el blanco y negro para enfatizar la sensación de paranoia mediante el juego de luces y sombras, un magnífico guión con el que lograba desplegar la descripción costumbrista, pasando por el cine noir hasta la realidad de la pesadilla en la que desemboca de forma progresiva.

La invasión de los ultracuerpos (Philip Kaufman , 1978) es el perfecto ejemplo de que un remake nunca es innecesario siempre que el potencial de una historia se preste a revisitaciones que nos permitan vislumbrar nuevos matices al ritmo de los tiempos que corren, tan acelerados como la colonización de cuerpos y mentes expuesta en pantalla . En este caso, Kaufman elabora una alegoría mucho más actual y genérica, pues la invasión del referido título y la pesadilla narrada puede ser una advertencia de lo que la sociedad actual puede llegar a ser si la homogeneización de los estilos de vida, la pérdida de valores y el inmiscuirse en una red de relaciones puramente productivas, impersonales y sometidas al reloj de la maquinaria social, continúan ganando adeptos. Expresado así suena rimbombante, pero lo cierto es que estamos hablando de una alegoría sobre la esclavitud y la inconsciencia en la sociedad actual, y la paranoia del ser humano que se sabe víctima de sí mismo.

Quizá el prólogo, en el que vemos el origen extraterrestre del organismo biológico causante del drama, resulta demasiado explícito y ahoga la posibilidad de que el discurso gane ambigüedad en su recorrido entre el planteamiento de una neurosis colectiva y la presencial real de seres de otro mundo. Por tanto, un prólogo innecesario, pero la descripción de cómo un grupo células vegetales aterrizan en la tierra y comienzan a desarrollarse sobre las hojas de otros árboles por causa del contacto con el agua esta filmada con la adecuada cadencia y fijación en el detalle, augura el posterior desasosiego cuando la protagonista de la película hace su primera aparición para arrancar un brote de la flor venida de otro mundo mientras la cámara de Kaufman dibuja zigzags para recrear la visión del personaje (Robert Duvall) que se mece en un columpio junto a unos niños. Alguien vigila…

La mejor baza del film es un notable trabajo de montaje y el uso del conjunto para crear una atmósfera inquietante de principio a fin. Las calles y las miradas desde un segundo plano que insinúan el control , la violencia aislada como un presagio del declive moral. Un detalle importante es la presencia de personajes que actúan como autómatas ya desde el inicio, reflejo de una sociedad que comienza a declinar sin que casi nadie sea consciente de ello. Entramos en un mundo dominado por el reloj y amenazado por la polución y la dejadez. Nuestro protagonista (Donald Sutherland), un rudo inspector de sanidad, halla mierda de rata en el guiso de un restaurante, reprende al responsable para luego encontrar una botella de vidrio sobre el parabrisas del coche. La deshumanización empieza en el plano de orden social conocido para posteriormente manifestarse en una pesadilla de ciencia-ficción.

La cultura humana se asienta en gran medida sobre nuestra capacidad de sentir, emocionarse, la sensible percepción del mundo y sus fenómenos nos introduce en una espiral de dolorosas contradicciones. Si eliminamos la sensibilidad, eliminamos nuestra vulnerabilidad. La única meta es sobrevivir y eliminar a todos aquellos que se resistan a ser meros autómatas. La visualización de Kaufman construye la asfixiante soledad de dos personas acosadas por el nuevo orden deshumanizador; el plano secuencia nos muestra las piernas de los dos protagonistas caminando por la calle al encuentro de otras piernas que avanzan en dirección opuesta, hasta que advierten la identidad de los dos “extraños”. Entonces vuelven sobre sus pasos para comenzar la despiadada persecución. La mayoría social conspira inspirándose en el odio al diferente. El mismo lenguaje gestual de los ultra cuerpos incide en esto con gran eficacia: el brazo extendido hacia delante y el dedo que señala al “extraño” al tiempo que profiere un grito de animalidad. Hasta qué profunda deshumanización podemos llegar…

A destacar también el variado surtido de personajes, el cual contribuye a una narración que se hace bastante lúdica a pesar de ser una alegoría mucho más penetrante – y densa – de lo que parece a simple vista. Mención especial para el carisma de Donald Sutherland, la siempre justificada sobreactuación de una actriz como Veronica Cartwright y la excéntrica pose de Jeff Goldblum. Si metemos a Mr. Spock- Leonard Nimoy puede resultar un cóctel insano, pero el caso es que funciona, y la caracterización del bloque humano central que luchará contra los invasores es una cualidad imprescindible en este filme.


Concluyendo, lo cierto es que es una gran historia de la que se puede sacar muchísimo partido: como película de terror, como película de ciencia ficción, como reflexión sociológica (aspectos perturbadores de las relaciones humanas, la perdida confianza en el ser humano, la globalización y el fin de la diversidad, hacia una sociedad de autómatas, etc). Sin embargo, si atendemos a todas las posibilidades de su contenido, ni la versión de Siegel ni la de Kaufman aprovechan todo su potencial. Por tanto, siendo dos obras ejemplares en su ámbito, La invasión de los ladrones de cuerpos sigue esperando una mano maestra que la eleve al merecido estado de perfección.
publicado por José A. Peig el 9 noviembre, 2007

Enviar comentario

Leer más opiniones sobre

muchocine 2005-2019 es una comunidad cinéfila perpetrada por Victor Trujillo y una larga lista de colaboradores y amantes del cine.