El sueño de Cassandra
Cuando Match Point se estrenó, el público (no tan sólo europeo) se rindió ante el maestro Woody Allen. Y yo me incluyo dentro de este grupo. Ésa era una obra maestra que vovlía a las andanzas de otra de sus maravillas, Delitos y faltas; que volvía al crimen y la conciencia, ambos retratados de una forma más cercana a Dostoievski y Highsmith que al propio Allen anterior (más centrado en inteligentísimas comedias o en algunos homenajes a su admirado Bergman). Y es que el genio newyorkino no sólo nos ha contentado a sus fans de forma anual, también nos ha maravillado con algunas obras maestras indiscutibles. Este año, después de una Scoop más ligera que otra cosa, vuelve (por tercera vez, si no calculo mal) a sus temas predilectos y más concienciadores, esos enfocados a la culpabilidad y la conciencia humana, y ya de paso al crimen. Con Cassandra’s Dream el maestro nos demuestra una vez más que su talento no se ha agotado, ni siquiera ha perdido originalidad. Y eso lo digo porque su último film no es nada menos que lo más cercano a una obra maestra, un magistral derroche (concienciador y terrible) de buen cine, muy buen cine.
Aunque, sin embargo, no todo le ha ido sobre ruedas con la tercera y última entrega de su triología londinense. La crítica la ha aplastado más que acariciado. ¡La han dejado por los suelos! Y yo me pregunto, ¿cómo pueden cometer tal error? Sinceramente, esta es una pregunta sin y con respuesta. Sin, porque no me llega a caber en mi testaruda cabeza que críticos cinematográficos (muchos de ellos fans del director) no puedan comprender que Cassandra’s Dream no se trata de una rendición, de un “no sé ni me interesa más” por parte del maestrísimo Woody. ¡Anda ya! Tiene (y muchas) similtudes con Match Point. ¿Y qué? No es exacta, incluso tiene varios elementos básicos que cambian respecto a su antepenúltima película. Aquí la historia no se centra en un hombre de clase baja que pretende ascender socialmente mediante el crimen, aquí la cosa se amplifica mucho más. En este sueño de Cassandra se llegan a tocar temas tan delicados como la familia, las relaciones fraternales, la lealtad… En mi opinión, ni es una copia descarada a Match Point, ni tampoco un rendimiento del director. ¡Woody Allen está más en forma que nunca! Como él afirma, cuando era joven sí le interesaban estas tragedias, pero su problema es que únicamente le salían chistes. Ahora ha envejecido (madurado quizás no, pues parece que siempre lo ha hecho), y cree que este es el precisomo momento para tratar dichas tragedias. Es, sin duda, y será, una película polémica. Que sigan tachándole su capacidad por procrear nuevas historias, pero que también dirijan ellos Cassandra’s Dream y cumplan cuarenta años habiendo dirigido lo que él ha dirigido. Desde luego, indignación no me falta.
Centrándonos en la maravillosa película que nos ocupa, no cabe duda de que prácticamente contiene todos los elementos para ser otra pieza maestra del director. Y lo es, pero encuentro, como único fallo, las pequeñas similtudes con Match Point. Sí, puede que me contradezca, pero no es del todo cierto. Si bien unos la critican por ser poco original y cansina, yo la critico por contener pequeños (¡pequeñísimos!) elementos parecidos al de su primera incursión en la ciudad inglesa. Ya sean una pareja de policías presentes en el desenlace, un estereotipo de femme-fatale un tanto scarletjohanssonizado y un personaje principal con parecidas dudas al del soberbio Jonathan Rhys Meyers. Aunque, pese a tener un guión cuasi perfecto, hay algunos otros elementos los cuales no me acaban de convencer, como una presentación un tanto alargada y cortante, pese a tener uno de los finales cinematográficos más sensacionales de los últimos años, que conste. Su plano final, brillantísimo, elegido de una mejor manera imposible, y acompañado con la espléndida partitura del nuevo, dentro de los lares de Allen, Philip Glass, acaba conmocionando y, al unísino, destrozando al espectador. Terrible, poético, demasiado trágico.
También es imprescindible comentar que su viaje a la capital inglesa le ha sentado de fábula. Si en Match Point el resultado, tanto de taquilla como de crítica, fue excelente, el de Scoop no lo fue tanto, aunque sin embargo nadie mencionó que fuera más de lo que era, una sencilla pero eficaz comedia al más puro estilo de Allen, aunque un tanto simplificada. Cassandra’s Dream se trata de una vuelta a la tragedia, una conclusión extremadamente feroz, terrible en su contenido, poderosa en su narración, equilibrada, inteligente y dura, muy dura. No se trata de la mejor obra del director, pero sí una de ellas. Su nivel es superior al de muchos de sus otros dramas (como September o Maridos y mujeres), y personalmente me alegro de que nos haya vuelto con semejante maravilla.
Aquí, Woody Allen sigue retratando la ciudad londinense como ningún director lo ha hecho (tanto extranjero como inglés). Sus planos, su manera de ver la ascensión social como en ningún otro país la (se) ve, de manera cruel e interesada, y también la utilización de colores grises, en relación con el contenido de sus obras (aunque estos elementos sólo han sido representados en Match y en Cassandra’s). Y creo que su visión no puede ser más acertada. Además, las personalidades de sus protagonistas (incluso la de Hugh Jackman en Scoop) son frías, calculadoras y mentalmente obsesivas. En el film en cuestión, Ewan McGregor es un tío ambicioso y triumfador, uno de esos que llevan coches lujosos pero prestados, un egoísta a toda regla que, sin embargo, sabe elegir bien a las chicas. En canvio, en la película se añade un personaje de igual importancia, aunque de opuesta personalidad, como es el de su hermano, un influenciable y apostador mecánico de coches al que le cuesta sacarse el peso de un terrible hecho de su conciencia. En fin, un humano cualquiera. Estas dos contrariedades chocan en Cassandra’s Dream, dentro de un juego perverso y manipulador acerca del límite de la ambición, la conciencia, la culpabilidad, la tentación y el deseo sexual. Todos estos elementos juntos forman esta maravilla. Su guión, no hace falta que diga que es prácticamente perfecto, con escenas de duración precisa, diálogos sublimes y muy allenianos (esos que hablan de Dios, habituales pero incluso de mayor profundidad), un final (por mucho que digan) nada atropellado, sino como un final de una tragedia debe ser, inteligente, breve y no menos dramático.
El reparto, una vez más, se caracteriza por su brillantez. Los hermanos ficticios de Allen, sus nuevos “musas” son dos actores comerciales, aunque ninguno de ellos está por debajo del sobresaliente. Ewan McGregor está brillante en su papel de ambicioso, y el irlandés Colin Farrell, mejor que nunca como el hermano más cabezota, humano y sincero de los dos (el que me ha caído enormemente bien). Como secundarios, se encuentran un inmenso Tom Wilkinson, como de costumbre, y la bella y novata Hayley Atwell, en un papel cautivador, que bien recuerda al de Johansson en su primera vez con Woody. Todos ellos, como en toda película del newyorkino, sufren trastornos, son, generalmente hablando, imperfectos (nunca olvidará dicha característica), y ella, la seductora, se mueve como si fuera un bello complemento que va siguiendo el deseo del protagonista a través de su inteligencia.
Como si de una auténtica tragedia griega se tratara, Cassandra’s Dream se concibe como el nuevo reto del maestro Woody Allen, otra confirmación de que su innegable talento aún late. Sin dejar de banda sus predilectos temas, como la imperfección del ser humano o la incursión de lo cómico dentro de lo trágico, consigue atraparnos y no soltarnos hasta su bella y sensacional conclusión. Y yo seguiré sin entender la innecesaria y mala concepción que están teniendo de ella. Sinceramente, incomprensible.