Un film pequeño, casi amateur, pero con una conciencia muy fuerte de sí mismo, inteligente y, si peca de demasiado simple, es interesante como preámbulo a lo que Rejtman hizo brillantemente después, con ‘Silvia Prieto’ y ‘Los guantes mágicos’.

★★★☆☆ Buena

Rapado

Rapado, el primer largometraje del argentino Martín Rejtman, basado en un cuento homónimo de su libro homónimo, es en gran medida la génesis de su estilo único, inteligente y sumamente interesante, aunque en versión bastante amateur y sin el humor que marcaría sus siguientes films.

La característica quizás principal del cine de Rejtman es la creación de una diégesis no realista (pero tampoco tan lejana del realismo), con un código de actuación propio, para enmarcar historias pequeñas con personajes vaciados (no meramente vacíos: hay un vaciamiento como consecuencia de un contexto social que desmorona las relaciones sociales). Todo esto, a su vez, con un sentido del humor lacerante, construido con personajes tristemente graciosos y los diálogos (suerte de monólogos compartidos, donde se habla pero no se escucha) que sostienen.

En Rapado el humor no aparece. Los personajes no tienen nada que decir o que hacer, pero esto no se resuelve, como en sus films posteriores, con el humor que este patetismo genera a través de diálogos estúpidos y que no permiten la comunicación entre quienes los sostienen. La película es mucho más explícitamente triste, aunque nunca asuma el código del dramatismo.

La trama del film se mueve no por los personajes sino por los objetos que van pasando, sin valor alguno, de mano en mano, por todos ellos. Evidentemente elocuente sobre la patética sociedad de consumo en decadencia que era la Argentina de los 90 (los objetos que se mueven son un reloj, motocicletas robadas, billetes falsos, fichas de videojuegos que funcionan como dinero), la película habla también de una generación perdida -no en el sentido de que ya no sirve sino de que no encuentra un rumbo.

Con una muy buena fotografía y movimientos de cámara, enmarcando unos ambientes desolados (casas de familias de clase media venidas a menos, calles desoladas de Buenos Aires), la película es estéticamente escueta pero cuidada. Lo mismo que sucede con la trama.

En definitiva, un film pequeño, casi amateur, pero con una conciencia muy fuerte de sí mismo, inteligente y, si peca de demasiado simple, es interesante como preámbulo a lo que Rejtman hizo brillantemente después, en la misma línea, con Silvia Prieto y Los guantes mágicos.

publicado por Naty Buqué el 24 octubre, 2007

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