La Huella
Kenneth Branagh firma uno de los experimentos más raros de la temporada con su versión (con el permiso de Harold Pinter) del clásico de Anthony Shaffer que ya había llevado al cine de manera impecable Joseph L. Mankiewicz hace treinta y cinco añazos con la mala suerte de coincidir con El Padrino la ceremonia de la Academia.
Ahora se presenta de manera más retorcida, más visceral, visualmente impecable durante cuarenta minutos (la composición me parece genial por momentos) y con un guión más o menos "igual" hasta que se desmadra, y de que manera, en los otros cuarenta y cinco.
Correcto, dura tres cuartos de hora menos que la anterior y yo se lo agradezco al director porque la cosa podía haber terminado en estampida.
Michael Caine le da mala baba a su ex- némesis de hace casi cuatro décadas y Jude Law se convierte al final en una suerte de Jim Carrey inglés con ecos jockerísticos que le vendrán de perlas al guionista del próximo Scary Movie. Si en la original nos presentaban a dos personajes con dos objetivos absolutamente opuestos y un juego de gato y ratón delirante y malévolo, aquí no termina de estar muy claro qué cojones quiere cada uno, sin entrar en el tema de la sexualidad, tan pasado de madre como un De Palma "De Saldo".
Un ejercicio mucho más arriesgado que el Halloween de Rob Zombie pero igual de innecesario.
Lo mejor: La primera parte, planificada de manera brillante.
Lo peor: Es tan seria que termina por ser carne de parodia mañana misma.